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La felicidad de Evo

Es probable que Evo Morales no esperara un regalo de ese tipo. Cinco días antes de cumplir 49 años (nació, justamente, un 26 de octubre), se anotó uno de sus mayores triunfos políticos.

LAILA ABU SHIHAB
Podría decirse, incluso, que es el más importante de todos. No cabe duda de
que convertirse en el primer presidente indígena de Bolivia, al ganar las
elecciones de diciembre del 2005, fue un logro histórico. Pero desbloquear
su proyecto de refundación del país a través de una polémica Constitución
que llevaba 10 meses tratando de abrirse paso lo resucitó cuando ya muchos
firmaban el certificado de defunción de su mandato, y de su capital
político.
El martes pasado, Evo logró lo que parecía imposible: el consenso entre
buena parte de la oposición y el oficialismo para que el Congreso firmara
una ley de convocatoria al referendo para aprobar la nueva Carta Magna.
Los que le querían ‘aguar la fiesta’ salieron a decir que se estaba
sobredimensionando la noticia y que desde ya enfilan sus baterías para que
el ‘no’ triunfe el 25 de enero próximo.
Pero, hay que decirlo: ni sus más férreos opositores creen poder ganarle en
las urnas a un Presidente cuyo mandato fue ratificado, en agosto pasado, con
el 67 por ciento de los votos.
Uno de esos opositores, que tiene su bastión en Santa Cruz de la Sierra y
pidió que no se citara su nombre, lo confirmó por teléfono horas después de
que el Congreso les asestó “el golpe”, como dice. “Aunque quieran
maquillarlo, esto es una derrota para la lucha por las autonomías
(regionales). Y eso se debe, sobre todo, a la división interna de la
oposición”. Según él, entre ellos ahora se están acusando de deslealtad y
traición, porque a última hora muchos votaron con el Gobierno.
El martes, Morales estaba tan emocionado que no pudo contener las lágrimas
cuando supo que había ganado, en una improvisada tarima de la Plaza de Armas
de La Paz, donde había pasado la noche en vela con miles de indígenas,
campesinos, obreros y mineros que presionaban al Congreso para que aprobara
la convocatoria del referendo.
El Presidente estaba acorralado y la situación, por momentos, parecía
salírsele de las manos. El diálogo estaba estancado y los manifestantes,
armados con rudimentarios bastones de dinamita, amenazaban con tomarse el
Parlamento.
¿Cómo fue que Morales salió del coma profundo en que estaba sumido? Cedió
mucho. Esa es la respuesta. Según los que están en la otra orilla, aflojó
ahora para después volver a apretar la cuerda y modificar a su antojo la
Constitución, que seguramente aprobarán en enero, cuantas veces quiera.
Lo claro es que para lograr lo imposible, Morales renunció a la posibilidad
de una segunda reelección y aceptó “modificaciones sustanciales” en más de
100 de los 411 artículos de su proyecto de Carta Magna. Temas por los que se
había batido como un león: las autonomías, la extensión y propiedad de las
tierras, el sistema electoral y la composición del poder Legislativo, por
ejemplo.
En el proyecto original se planteaba la posibilidad de que gobernara hasta
el 2019. Ahora, solo podrá presentarse a los comicios adelantados del 6 de
diciembre del 2009, sin posibilidad de optar a la reelección en los
siguientes.
Se reconocieron cuatro tipos de autonomías: departamentales, municipales,
regionales e indígenas. Aunque para los prefectos de la llamada ‘Bolivia
autonómica’, eso no es suficiente.
El documento concertado con la oposición también garantiza que no se
afectarán los derechos sobre la propiedad privada y eliminó el polémico
artículo que daba pie a una justicia comunitaria (indígena). Además, se le
restaron algunos atributos al Estado en el manejo de la economía.
Para muchos, no era necesario hacer tantas concesiones. Lo que no se suele
tener en cuenta, es que además de jugarse todo su capital político, Evo
siempre ha dicho que quiere “pasar a la historia” y ahora, con el acuerdo
bajo el brazo, puede quitarse de encima la fama de intransigente y poco
conciliador, la cual se ha granjeado desde que llegó al Gobierno.
Pero el acuerdo, también es cierto, desactiva las tensiones y la crisis solo
por un tiempo. La polarización sigue siendo evidente y es muy probable que
los conflictos estallen de nuevo en unos meses. Como dijo el opositor
anónimo de Santa Cruz: “Se ha perdido una batalla, pero no la guerra”.
EMIMEN
LAILA ABU SHIHAB
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