Pero el problema no es solo de carreras a última hora; durante los dos meses que dura la veda dejan de generarse 216 empleos indirectos y los comerciantes dejan de vender 1 600.000 libras del crustáceo, hecho que implica pérdidas cercanas a los 3.520 millones de pesos.
En Buenaventura existen 32 distribuidoras de camarón que comercializan cada mes entre 25.000 y 30.000 libras; cada una de ellas cuenta con cuatro trabajadores de planta y seis adicionales que se contratan en las temporadas altas; pero cuando llega la veda la situación se complica, los seis empleados ya no son necesarios.
Gladys Sánchez, de la Pesquera Tequendama, dice que la gente de planta se dedica a limpiar mariscos o a quitar escamas, pero el ritmo de trabajo no es el mismo porque las otras especies que son atrapadas junto con el camarón también empiezan a escasear al decretarse la veda.
Las procesadoras despachan el crustáceo limpio y precocido al mercado del centro del país, pero la entrada en vigencia de la veda las sorprendió sin acabar la labor. Solo tendrán plazo hasta mañana para entregar todo el camarón de que disponen. El Inpa aún no ha contabilizado el volumen de las existencias. La entidad advirtió que se contemplan sanciones que van desde el decomiso del producto, hasta la suspensión del permiso por un período de seis meses y multas que oscilan entre 1.000 y 10.000 salarios mínimos para las procesadoras y comerciantes que incumplan la medida.
Mientras dura la veda, solo en los restaurantes pueden verse los camarones. Queda prohibida la existencia o el almacenamiento del producto en tiendas y supermercados en cualquier presentación.
En el Puerto hay nueve restaurantes especializados y en Cali 50. Todos dicen que se abastecieron suficientemente antes de la veda y que en caso de escasear el alza por libra no superaría los 200 pesos. Hoy la libra de camarón precocido se consigue en 2.200 pesos.