Mientras no se racionalicen las rutas, mientras los conductores de buses no puedan trabajar en calma, y con un salario decente, mientras no haya multas fuertes tanto para el conductor que recoja o deje pasajeros fuera de los paraderos, como para el pasajero que tome o deje el bus fuera de esas bases, de nada servirán los mimos, las clases de civismo, los buenos consejos, ni las pirinolas del alcalde.
Y tampoco mejorará este tráfico infernal si la Secretaría de Obras Públicas no se digna tapar los huecos de las calles, y no les exige a las empresas de servicios públicos que compongan el pavimento que rompen, a veces acabado de arreglar, para instalar sus servicios o para reparar averías. Esos daños en mitad de la calle algunos son verdaderos abismos acaban con los vehículos; y al obligar a desacelerar la marcha, naturalmente demoran el tránsito.
Se podría decir que todo se confabula contra la ciudad, pues además tenemos: ampliación y repavimentación de vías principales; deterioro progresivo de vías intermedias; destrucción de casas y construcción de edificios, con lo que eso implica en circulación de camiones, mezcladoras, grúas, etc; ingreso incontrolado de vehículos nacionales e importados; desbocado zigzaguear de las motos, y tambalear de las bicicletas; cargue y descargue de mercancías y demás en horas pico; atropellado paso de carros oficiales precedidos y resguardados por matones, como tienen que ser los escoltas. Más de un millón de azorados peatones expuestos a morir al tratar de cruzar en cualquier esquina.
De manera que Mockus, si quiere poner orden, tiene que enfrentarse a los transportadores. Porque el orden no se consigue con mimos. Tan alegre y voluntaria contribución es sólo un pañito caliente frente a un gran problema de alta cirugía.