Claro, el fútbol no tiene nada que ver con esas situaciones. Pero tampoco se puede sustraer del problema porque, en el fondo, es el más perjudicado. El alud, Dios quiera que nunca llegue, no hace escogencias, sino que arrastra con todo y sus protagonistas, llámense directivos, técnicos, jugadores, periodistas, simples observadores o aficionados. Entonces, los síntomas merecen un recorderis en este país de amnesia provocada .
El miércoles se presentaron dos hechos concretos. En el Atanasio Girardot, un artefacto lanzado desde la tribuna le rompió una ceja a Luis Yesid Melo, juez de línea. Y tuvo que ser reemplazado. En Manizales, Carlos Zúñiga, jugador del Once Caldas, sacó machete y destornillador de su carro para agredir al popular hincha Darío El loco Gómez, quien había encabezado la protesta de la hinchada en Palogrande porque el cuadro albo no pudo ganarle al Junior y ratificaba su mal momento en la Copa Mustang.
En Bogotá, hace unos días, murió un aficionado, víctima de la ira de otro hincha que empezó a disparar a diestra y siniestra. También en la capital del país son frecuentes las riñas callejeras después de los encuentros entre los mal llamados seguidores de equipos (se apodan los saltarines, también están los calvos). En Medellín, el vehículo en el que se desplazaba Millonarios fue apedreado. Varios equipos también se han quejado de la falta de garantías que reina en Cúcuta para los visitantes.
Venimos del gran fiasco internacional que produjo Arley Betancourt en los Juegos Panamericanos al agredir a un árbitro. Estábamos estupefactos y Alex Escobar, dizque El Pibe del barrio Obrero , le propina un trompadón a un periodista. Y qué se puede decir de Francisco Cassiani si el hombre es capaz de sacar el revólver para contestar! Agresiones verbales de periodistas a periodistas, médicos que se meten a una cancha a patear a jugadores del equipo contrario, presidentes que invaden el terreno para protestarle airadamente al juez central. Qué más? Para ir más atrás en el tiempo, no podemos olvidar que un árbitro fue acribillado a tiros en Medellín y que otro fue secuestrado. También que el Atanasio Girardot fue proscrito como escenario internacional por amenazas a árbitros extranjeros, por lo que el cuadro paisa parecía un judío errante por todas las canchas suramericanas porque no podía jugar en casa.
Violencia por todas partes que bien vale la pena un análisis a fondo porque seguimos en el Ojo del Huracán de las autoridades internacionales (muchos hacen gestos de braveza cuando esto se recuerda). Allende la frontera, solo se espera una oportunidad para sacar de circulación al fútbol colombiano.
Y esto no se cura esperando que se resuelva solo, tal y como estamos acostumbrados. Siempre esperamos para ver el desastre desde la cima y lanzar lamentaciones a los cuatro vientos, antes que aplicar los correctivos.
No podemos seguir en ese engaño de que esto no es del fútbol...