Todas las tardes, los menores entrenan en la cancha del barrio Meissen, solo con el sueño de llegar a ser grandes deportistas y mejores personas. Ellos sacrifican gran parte de su tiempo reuniendo el dinero para subsidiar sus uniformes, tenis y balones, mediante el reciclaje.
Cabe recordar que el oficio del reciclaje es una de las maneras que han adoptado los Gobiernos del mundo para tratar de solucionar los graves problemas de contaminación que sufre el planeta.
Y con esa preocupación, así como con la iniciativa de alejar a los muchachos de los vicios y las malas maneras, el Club Rompemallas implementó el reciclaje como método de financiación deportiva.
Eduardo García, gestor del proyecto y entrenador del equipo, cuenta que comenzó su labor con siete niños y poco a poco fueron llegando más.
Entonces nos dimos cuenta de que teníamos que buscar un método para sostenernos y llegó la idea de reciclar.
García añade que cada niño recoge en su casa los elementos reciclables.
Luego los llevamos a un centro de acopio, donde los ordenamos para después venderlos. Lo que queremos es que además de la vinculación deportiva, los niños tengan conciencia ecológica.
Estos pequeños se preparan deportivamente en el microfútbol y, como están en constante crecimiento y evolución, también las niñas de la comunidad se metieron en el cuento, pero como porristas. El proyecto con las niñas nace del interés que tenemos de que más pequeños se vinculen a esta idea, añade.
Daniel, uno de los jóvenes que hacen parte de este proyecto, asegura que para ellos esta labor es muy importante, porque la hacemos a favor del planeta y además tenemos la posibilidad de comprar nuestros implementos deportivos.
Este es un gran ejemplo de compromiso con el medio ambiente y una forma novedosa de conseguir recursos enfocados hacia el deporte. El Club Rompemallas no pide plata: sólo quiere que más gente se vincule reciclando, para que ellos puedan mejorar sus condiciones deportivas y, de paso, ayuden al planeta