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RECOBRAR EL NORTE

Estamos a escasos dos meses de la Convención Liberal, a 37 meses de las próximas elecciones presidenciales y a 57 meses del cambio de milenio. Lo que suceda en la próxima Convención determinará en buena parte si el partido liberal se mantiene en el poder y subsiste como fuerza política cuando llegue el siglo XXI.

Ya se ha vuelto lugar común decir que los partidos políticos están en crisis, no solo en Colombia sino en el mundo entero. Los motivos de la crisis son múltiples y por supuesto son tema de permanente debate.
Una de las razones que más se mencionan es que muchas de las causas que dieron origen a los partidos dejaron de ser causas atractivas, bien porque el mundo cambió o simplemente porque ya se cumplieron.
A los partidos comunistas se les acabó su ideología. A numerosos partidos democráticos les ha tocado replantear sus objetivos y propósitos. Para no ir más lejos, la semana pasada el laborismo inglés abolió de sus estatutos uno de los paradigmas de su programa socialista, que mantuvo incólume desde 1918: mantener las principales empresas del país en manos del Estado.
En un mundo cambiante como el que vivimos, en donde lo único constante es el cambio, los partidos políticos, como las empresas, como los propios individuos, tienen que renovarse permanentemente para poder sobrevivir.
En el caso de los individuos, la renovación se logra por medio de la constante capacitación. En las empresas se hace mediante lo que ahora se denomina la reingeniería. En las colectividades políticas, por ser producto de intereses concretos generalmente muy arraigados, esta renovación es más difícil pero no menos necesaria.
Los partidos con futuro son los que se mantienen en permanente sintonía con sus electores; los que interpretan sus anhelos y proponen soluciones creíbles para sus necesidades cambiantes. Pero sobre todo, los partidos con futuro son los que les pueden mostrar a sus gentes un mejor porvenir, señalando al tiempo la manera en que todos pueden construirlo. La historia no se puede cambiar, pero el futuro sí se puede forjar.
Y eso es lo que el partido liberal tiene que hacer: volver a hablar de los grandes retos del país. Superar los grupismos y pensar en el casi 50 por ciento de los colombianos que se encuentran sumidos en los más bajos niveles de pobreza. Buscar formas para combatir la corrupción que carcome al Estado. Imaginar y diseñar la Colombia en paz, moderna y competitiva que nos exige el nuevo orden político y económico del mundo.
Una discusión de enorme trascendencia debe ser nuestra política exterior y las relaciones con Estados Unidos. Qué posición debe tener el partido frente a tres problemas que pasaron a formar parte de la agenda mundial y por los cuales se señala a Colombia cada día con más vehemencia como paria de la humanidad: narcotráfico, derechos humanos y ecología.
Por eso es tan esencial que la próxima Convención del partido trate primordialmente esos temas. Y elija una buena Dirección que guíe ese proceso renovador. Pero antes de elegirla, hay que fijarle unos derroteros, un norte.
Lo peor que le puede suceder al partido es convertir la Convención en un campo de batalla por posiciones directivas sin más finalidad que hacer demostraciones de fuerza, como infortunadamente pretenden algunos. Es una posición miope, irresponsable y egoísta que puede resultar muy cara. Una votación inducida por simples halagos burocráticos daría una pésima impresión y contribuiría de manera grave al desgaste y al desprestigio del liberalismo ante la opinión pública.
Hay que aceptar que el partido liberal está en grave peligro. Uno de los propósitos de varios inspiradores de la nueva Constitución fue el de debilitarlo frente a sus competidores. Y no hay duda que lo están logrando. También hay que tener en cuenta el desgaste natural que significa estar en el poder durante tres períodos consecutivos. Las pasadas y reñidas elecciones fueron el primer campanazo de alerta.
Hay que iniciar cuanto antes el renacimiento del partido. Ningún escenario mejor que la próxima Convención. El ex presidente López, durante su dirección, le había encomendado a un grupo de expertos la elaboración de una serie de estudios para encontrarle un nuevo rumbo al liberalismo. Como suele suceder, con el cambio de dirección esos trabajos quedaron entre un cajón. Retomarlos podría ser un buen punto de partida.
En mi caso personal, y dado que algunas personas lo han insinuado, quisiera dejar bien claro desde ahora que no estoy interesado en ninguna posición directiva del partido. Ni mucho menos en convertir la Convención en una mezquina puja por ver quién tiene más delegados. Me interesa -eso sí- contribuir a la redefinición de un nuevo norte para el partido liberal que les devuelva como diría un antepasado la fe y la dignidad a todos los colombianos.
Ya habrá otras oportunidades para las contiendas. Y las confrontaciones me gustan. Pero prefiero utilizar las nobles armas de las ideas y no pelear con los puñales traperos del clientelismo, así a veces éstos parezcan más efectivos en el corto plazo. Es una cuestión de estilo y de forma de hacer política.
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