La ley, que impone la realización de tests obligatorios sobre Síndrome de Inmuno-Deficiencia Adquirida (SIDA) para todos los extranjeros que soliciten visado de más de tres meses de duración para Rusia, es una variante suavizada de otro proyecto al cual el presidente Yeltsin se opuso. En la anterior versión hasta los turistas de una semana, sin hablar de los extranjeros ya residentes en Rusia, debían pasar el examen.
La ley debe entrar en vigor el primero de agosto. Y, desde sus primeras discusiones en la cámara baja del parlamento, levantó un intenso debate. Sus enemigos declaran que, en lugar de poner el énfasis en medidas educativas y de prevención, se recurre a la imposición de tests contra un sector considerado a priori de alto riesgo. Afirman que sólo contribuirá a aumentar la discriminación, que no servirá de todos modos para impedir la propagación de la enfermedad y que, además, no está claro ni la forma ni la financiación para adelantar los exámenes. Los partidarios de la ley, en particular del primer proyecto, más drástico, ripostan que la imposición de test obligatorios no es ninguna violación a los derechos humanos sino al contrario una protección de los mismos.
Pocos casos de Sida Rusia tiene estadísticas de SIDA muy bajas. Según datos oficiales habría apenas 890 personas infectadas y una cifra mucho menor enferma. Y 131 habrían muerto.
Los datos independientes son mucho más altos, pero no cambian cualitativamente la apreciación de la situación. La cuestión central, alegan quienes están directamente involucradas en el diagnóstico y la curación, es el enfoque de la política estatal frente al SIDA, que en lugar de gastarse millones en exámenes obligatorios podría aumentar el lastimoso presupuesto con que cuentan hoy la investigación y curación del SIDA en el país.
Que los extranjeros, en particular de países con alto número de infectados, sean un grupo de riesgo mucho más alto que los rusos, con su bajo nivel de contagio, es indiscutible. Pero que hacerles pasar tests antes de venir a Rusia pueda controlar la expansión de la enfermedad aquí, es dudoso. De llevar esta lógica hasta el fin, habría que someter por ejemplo a examen todos los rusos que vuelven del exterior, muchos más que los extranjeros que entran al país.
Ya se hacía con los africanos En Rusia desde hace tiempo muchos estudiantes, en particular africanos, pasan controles obligatorios de SIDA cuando llegan. 452 extranjeros han sido deportados, siempre según datos oficiales, desde 1987. Desde agosto primero, cuando entre en vigor la ley el número de quienes deberán pasar test va a subir geométricamente. Rusia, pues, repite el debate mundial entre los partidarios de amplias campañas de prevención, de educación, de reparto de preservativos y otras medidas y quienes prefieren medidas represivas y de segregación contra los enfermos o los así llamados grupos de riesgo . Y, con la firma de la ley, Rusia parece haberse inclinado por los segundos.