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CAMBIOS EN LA MENTALIDAD LOCALISTA

En este momento, el término globalización está en el orden del día: todo se encuentra globalizado, la economía, los viajes, la educación, las artes, la familia, los medios de comunicación. Atrás quedó el provincialismo , los estrechos límites en que nacieron, vivieron y murieron nuestros antepasados. Ha llegado la época de la globalización y eso -claro está- es muy positivo y es signo de progreso y de avance. El término globalismo y sus derivados los usó por primera vez en forma sistemática Asimov en el New York Times del 9 de octubre de 1982, sobre los 25 años del Sputnik I de la Unión Soviética. Con este evento comenzó la era espacial, la Tierra se vio desde el espacio como una unidad, se habló por vez primera del Planeta Azul, y se comenzó a pensar en la Tierra y la humanidad como una sola entidad. Ese fue el comienzo de la concepción global del mundo.

RUBEN ARDILA
Lo que sucede a nivel global nos afecta a nosotros aquí. Si se altera la capa de ozono del planeta, nos afectamos nosotros. Si hay un terremoto en Filipinas, si explota un volcán, si un asteroide llega a la tierra, todo eso tiene influencia sobre nuestras vidas. E igualmente si se crea un nuevo tratado de libre comercio entre las naciones de la ex Unión Soviética, si hay un golpe de estado en un país latinoamericano, o si hay una nueva sequía en Africa, todo ello -que parecería tan lejos de nuestra vida cotidiana- posee influencia sobre nuestro diario vivir. Hace pocos días, el presidente Clinton afirmaba que el GATT era lo más importante que había sucedido al comercio mundial en toda su historia. Esas son afirmaciones dignas de ser tenidas en cuenta, especialmente porque provienen del líder de la única potencia mundial. Y se refiere a la globalización comercial.
El globalismo es una concepción que ha entrado en nuestras vidas a todos los niveles y hoy tenemos globalismo en el espacio, globalismo en el tiempo, instituciones globales (como la ONU) y globalismo en la educación. Busca superar los límites de nuestra geografía, de nuestra época, planear el futuro de manera más integrada con otros grupos y otras culturas y lograr realmente una sociedad que sea a la vez múltiple y convergente, que respete las diferencias individuales y culturales pero que reconozca la unicidad de la especie.
El globalismo se ha logrado en nuestros días de varias formas: globalismo material. Tenemos negocios a escala mundial, y no solo las grandes empresas multinacionales (como la General Motors, la General Electric, la Coca-Cola o las petroleras). Tenemos además diplomacia a escala mundial, y el presidente de Francia se preocupa por lo que suceda en Rwanda, mientras que el de Argentina se interesa por los asuntos de Haití y el papel de su país en dicha isla caribeña. Tenemos satélites que han convertido los eventos más lejanos en asuntos de interés cotidiano, que nos llegan por la televisión, por la radio, por los periódicos. Un estudiante de escuela secundaria está informado acerca de las violaciones a los derechos humanos en China, acerca de los esfuerzos de integración racial y cultural en Suráfrica y acerca del hundimiento de un barco entre Estonia y Suecia. Todo esto era poco realista -y muy poco relevante- hace solo una generación.
Conocimiento y poder
Una segunda forma como se ha logrado este cambio se refiere al globalismo sicológico. Estamos comenzando a pensar en términos globales y a ver la Tierra en su totalidad. A considerar la humanidad como un todo. El concepto de interdependencia es algo que posee importancia primordial. Una tercera forma se refiere al globalismo potencial. Aquí podemos afirmar que el cielo es el límite . Las potencialidades del globalismo son indefinidas (o infinitas...). Es posible que la exploración del espacio nos lleve a establecer asentamientos en otros planetas y, de hecho, está planeada una colonia para el 2025 en Marte. Todo esto requiere colaboración global. Es interesante ver que los últimos proyectos de la NASA han utilizado personas de varias naciones, que han tenido astronautas de ambos sexos, lo cual era completamente inusitado hace pocas décadas.
Por otra parte, recordemos que en la mente, la defensa del territorio, la lucha por aquello que pensamos que nos pertenece, está muy arraigada. Por su parte, los animales pelean a muerte por defender su terruño y su familia. Los hombres lo hacen por defender su hábitat geográfico, su cultura y su ideología. Hablar de que es preciso pensar en términos globales, más allá de las culturas, los idiomas, la historia y la geografía, es algo que suena muy extraño a la mayor parte. Para un español, sigue siendo más relevante lo que sucede en su país que lo que pasa en Malasia o en Suecia.
El conocimiento es poder, ya lo dijo Francis Bacon hace varios siglos. Ahora que poseemos tanta información -por los satélites, el correo electrónico y en general la intercomunicación-, existe el riesgo de usar esa información para lograr objetivos limitados, opuestos a la concepción global que supuestamente está comenzando a predominar en el mundo. Por ejemplo, que los satélites de comunicación se utilicen para espiar a las naciones enemigas. Que todo aquello que hemos aprendido de los demás se utilice para tratar de esclavizar a otros pueblos. Existe el riesgo de que no compartamos información sino que la guardemos para nosotros, dado que es peligroso compartirla. Es posible que la conquista del espacio no tenga como finalidad conocer más adecuadamente el universo del cual somos parte, sino aumentar el prestigio de una nación en particular. En otras palabras, existe el peligro de que la globalización sea sólo una fachada y que detrás de ella se oculten los prejuicios tradicionales de todos los grupos humanos, el racismo, el sexismo, el provincialismo y la defensa de nuestro territorio, heredada de nuestros antepasados.
RUBEN ARDILA
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