¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Archivo

La Casa Arana, de lugar de muerte a sitio para la cultura indígena.

En medio de la selva del Amazonas, a 15 días en bote de Leticia, se levanta, rústica y bastante desvencijada, la que hace un siglo fue la sede del terror para cuatro etnias indígenas de la región y el centro desde donde salía el caucho para las llantas de las bicicletas y los autos de la recién fundada industria automotriz.

Es la Casa Arana, que para 40 mil indígenas huitotos, boras, okainas y
muinanes del hoy corregimiento de La Chorrera se convirtió en el lugar de su
tortura y antesala de la muerte. Hoy, acaba de ser declarado el primer Bien
de Interés Cultural de Colombia por solicitud de una población indígena.
Alrededor de 2.800 miembros de esas comunidades colombianas ven en la casa
una oportunidad de no dejar perder el recuerdo de sus abuelos esclavizados y
pretenden que el lugar se convierta en un sitio de memoria y reunión, e
incluso cabe la posibilidad de que se vuelva un hotel.
En algunos salones de la casa con teja de zinc funciona hoy parte del
Colegio Indígena Casa del Conocimiento, que tiene una sede frente al
monumento, también en mal estado. Así mismo, en la Casa Arana hay algunos
computadores y duermen varios de los niños que estudian como internos.
A salvar la Casa
Ubicada en medio de la selva, al lugar solo se llega desde el interior del
país por avión. Prácticamente nadie visita a este corregimiento de Leticia
que aún mantiene una economía basada en el trueque.
La Chorrera está cruzado por el río Igará-Paraná y sus habitantes solo
pueden comunicarse con Leticia por barco, en un viaje que tarda más o menos
15 días, y por un vuelo dominical de Satena, que cuesta 447.543 pesos ida y
vuelta.
Una cifra bastante inalcanzable para colombianos que están dedicados a la
siembra y la caza en la selva. Al ser reconocida como un lugar emblemático
no solo de las comunidades sino también del país, en el mismo nivel de
cualquier otro monumento nacional, la Casa asegura su protección.
De entrada, el Ministerio de Cultura invertirá cien millones de pesos para
arreglos de urgencia. A simple vista, la Casa Arana tiene serios problemas
de goteras, con hoyos en partes interiores del techo y bajantes en pésimo
estado.
“Inicialmente, serán obras de adecuaciones básicas, por ejemplo en cubiertas
y maderas, que permitan el funcionamiento del colegio. Habrá inversiones de
infraestructura para que cuenten con elementos para la formación y el
fortalecimiento de la identidad”, dijo la ministra de Cultura, Paula Marcela
Moreno, durante la declaratoria como Bien de Interés Cultural.
El plazo para entregar las obras se vencerá en noviembre de este año. Para
la restauración total, el Ministerio esperará a que la comunidad decida el
uso que dará a la casa.
Además, la gobernación de Amazonas deberá realizar un muro de contención en
el río Igará-Paraná, que cruza a unos cien metros de la Casa: “El gobernador
se comprometió con nosotros y este es un tema de emergencia que se debe
hacer ya”, dijo la Ministra.
Anastasio Lipichiu, de 48 años, de la etnia bora y quien tiene hijos
estudiando en el colegio, dice: “La Casa Arana es como un duelo. El colegio
tapa esa imagen que tenemos del pasado y queremos que lo apoyen porque nos
da un consuelo”.
Juan de la Cruz Candre, estudiante de 16 años de la comunidad okaina, piensa
más en futuro: “Yo no tengo presente lo que pasó acá, pero sé, por lo que me
dicen en el colegio, que fue algo muy triste. Que unos peruanos obligaron a
mis antepasados a sacar el caucho y los esclavizaron. Yo soy indígena y eran
otros indígenas los que vivían aquí. Por eso creo que es importante que esto
sea un monumento, para no olvidar lo que pasó en esta casa”.
Fanny Kuiru, indígena huitoto y asesora de la Corporación para la Defensa de
la Biodiversidad Amazónica, cree que la Casa Arana es la oportunidad de
reconstruir la cultura sin rencores. “Queremos que nos vean como un pueblo
pacífico, que lucha por tener un futuro digno para sus nuevas generaciones”,
aseguró. Cortesía Ministerio de Cultura
La maloka deja de ser casa para volverse centro comunitario
“Lo que se dice en la maloka, se cumple”. Eso le dijo el cacique del cabildo
centro de La Chorrera, Manuel Zafiama, a la ministra de Cultura, Paula
Marcela Moreno. Lo hizo como una forma de invitarla a ver la construcción
redonda y de techo grandísimo con relación a sus paredes bajas, que con
fondos del Miniculura (dos millones de pesos) habían construido en cercanías
de la Casa Arana.
El cacique y otros ancianos explicaron cómo no quieren dejar perder la
tradición de levantar esta construcción, fundamental en la vida de las
comunidades indígenas del Amazonas. Pero entendieron que su función estaba
cambiando, pues antes era la vivienda de muchas familias.
“Ahora que vivimos en casas occidentales ya no vivimos en la maloka.
Entonces se vuelve un centro de planeación para nuestra comunidad”.
La maloka, de techos trenzados y troncos gruesos con ventilación en la parte
superior, fue construida con el esfuerzo de la comunidad.
UN HOLOCAUSTO COLOMBIANO
Según narra el especialista Roberto Pineda Camacho, en 1903, el peruano
Julio César Arana fundó la Casa Arana e inició su expansión sin
contemplaciones.
En esa época, la región estaba disputada entre Colombia y Perú y para el
gobierno vecino era conveniente que uno de los suyos ocupara la tierra.
En 1907, la Casa Arana se convirtió en la Peruvian Amazon Company, con sede
en Londres, y era considerada un ejemplo empresarial. Pero en 1909 el
periódico londinense Truth publicó el ‘El paraíso del diablo’, testimonio
del ingeniero norteamericano, W. Hardenburg, vio las torturas que sufrían
los indígenas.
Eran enganchados a la fuerza, obligados trabajar y de no cumplir con
altísimas cuotas eran sometidos al cepo o flagelados. No recibían alimentos
y morían por pestes, debido a la desnutrición. La huida significaba la
muerte. No podían sembrar sus tierras y al final resultaban endeudados por
las mercancías que les entregaban a precios impagables.
Los británicos comisionaron a Sir Roger Casement, cónsul en Río de Janeiro,
para investigar y éste calificó todo como un régimen de terror. Al final
tuvo que aceptar la situación, pero salvó su responsabilidad.
La Casa Arana subsistió hasta fines de la década del treinta, a pesar de las
denuncias de José Eustasio Rivera, en La vorágine. Antes del conflicto
colombo-peruano (1932), la compañía cauchera peruana desplazó la población
sobreviviente hacia el Perú, dejando prácticamente vacío territorio. Se
calcula que murieron 40 mil indígenas.
100
millones de pesos invertirá el Ministerio de Cultura en las reparaciones
urgentes que requiere la Casa Arana. Se calcula que por esa empresa
murieron 40 mil indígenas a comienzos del siglo XX.
UN SITIO PARA EXORCIZAR EL PASADO
'' La Casa Arana es como un duelo. El colegio tapa esa imagen del pasado y
queremos que lo apoyen porque nos da consuelo”.
Anastasio Lipichiu, indígena bora.
WILABR
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO