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DÍAS DE RADIO A LA CUBANA

Cuba es en muchos sentidos un museo viviente. Debido a la difícil situación económica de la isla, no ha sido posible para la sociedad cubana mantenerse a la par con el resto del mundo en algunos aspectos.

LUIS HERNAN REINA
Un ejemplo llamativo son los electrodomésticos. Es común ver en los hogares cubanos verdaderas reliquias que se encuentran en la isla desde antes del triunfo de la revolución en 1959; neveras arcaicas de esas que tenía la abuela y se abrían jalando una palanca, lavadoras de rodillo y televisores de tubos.
De otro lado, aquellos aparatos que han llegado en épocas recientes, fueron fabricados en la antigua URSS y sus modelos bien pudieran ser de la década de los cincuenta. Son los radios marca VEF, artilugios inmensos y anticuados que estarían más a gusto en los escaparates de un museo que en la sala de una casa, pero a pesar de su añeja apariencia, funcionan como máquina del tiempo. Cuando se encienden surgen voces y notas que recuerdan aquellas épocas en que la radio reinaba sin oposición por parte de la televisión o el video. La programación que se escucha hoy en Cuba podría haber sonado hace cuarenta años sin causar sobresalto a pesar de que los guiones y grabaciones son hechos en el presente.
Un caso típico es Alegrías de sobremesa , un programa radial que cumple ya 25 años al aire. Algunas horas antes de la grabación del programa se hace una cola en la puerta de la emisora, atiborrada de gente que quiere asistir al espectáculo. El estudio de grabación parece sacado de una fotografía de la época de oro de la radio en Colombia: tiene las dimensiones de un teatro pequeño y una distribución similar aun cuando el escenario es más grande de lo normal. Perfectamente hubiera podido servir de set para la filmación de una escena de la película Días de radio de Woody Allen o para ambientar una telenovela cuya trama se desarrolle en los años cincuenta.
En un extremo se encuentra una gran tarima de madera donde practica, en aparente desorden, la Original de Manzanillo , una popular orquesta cubana que es la invitada del día. A un lado hay una ventana a través de la cual se ve a los técnicos y al director del programa atareados frente a una veterana consola de sonido. Al pie del escenario están instaladas fila tras fila de butacas acolchonadas y forradas en vinilo gris. Las paredes están percudidas por el tiempo y sostienen grandes bafles acústicos de apariencia anacrónica. Empiezan las pruebas de sonido mientras afuera se congrega más y más gente. A las cinco en punto se abren las puertas y en pocos segundos se repleta de público el estudio. Muchos se quedan sin entrar. Poco después hace un ingreso al escenario el presentador del programa y se da inicio a una hora de magia y nostalgia.
Sonrisas para la semana
Aquiiii... bienvenidos a alegrías de sobremesa , su programa cómico musical que les trae en la tarde de hoy a la Original de Manzanillo , lee el anunciador como lo ha hecho durante los últimos 25 años; entonces arranca la orquesta con su primer número y se crea conmoción entre los asistentes, algunos se paran de su puesto a bailar, otros gritan de júbilo y nadie para de aplaudir.
Al concluir la pieza, la ovación es estruendosa y se necesitan un par de minutos para que reine de nuevo la calma. En seguida, el presentador procede a leer por el micrófono saludos que asistentes al programa escriben en retazos de papel para familiares y amigos en provincia. Ernesto le envía a su novia en Holguín un abrazo; María de los Angeles saluda a su padre en Santiago; y Julio le dice a su hermano, en Pinar del Río, que todo está bien. Poco después es anunciado un cómico que con un aire a Cantinflas hace reír a carcajadas al público con cortos chistes de sabor campesino que acompaña de bailoteos y muecas. Tan pronto culmina su acto irrumpe la orquesta con su segundo número, que de nuevo genera el caos entre los presentes ya que se trata de una de las canciones más populares del momento.
En seguida la cantante Liuba María interpreta su versión de La gota fría, que lógicamente es dedicada al maestro Emiliano Zuleta y a la linda nación colombiana . Al iniciar la orquesta su tercera interpretación ya se ha perdido cualquier vestigio de orden entre los asistentes, el ambiente semeja más una fiesta que cualquier otra cosa, y los técnicos se ven en dificultades para evitar que el público se abalance sobre el escenario a bailar junto a la orquesta; los músicos divertidos continúan sin perder una nota.
Avanzado el programa, entran siete actores que después de colocarse cada uno frente a un micrófono, proceden a realizar una simpática pieza cómica que se desarrolla entre los vecinos de un edificio, cuyos personajes son familiares e incluso famosos entre los radioescuchas cubanos. Entre carcajadas culmina el sketch y se dispara la orquesta interpretando su último número, siendo acompañados por los asistentes que baten las palmas al ritmo de la música. Finalmente, el presentador realiza la despedida y da lectura de los créditos de artistas y técnicos para de esa manera concluir el programa.
Poco a poco, los presentes van saliendo, la mayoría con sonrisas en sus rostros, comentando los diferentes actos y decididos a regresar pronto. En sus casas, los radioescuchas van apagando sus aparatos para volver al mundo real; terminar de hacer la comida o ayudar al niño con sus tareas.
Esta forma de hacer radio se ha, con contadas excepciones, olvidado en Colombia. Hoy en día, quien sintoniza una emisora sólo encuentra sofisticados programas en los que las desprevenidas amas de casa responden a monumentales preguntas como, qué opina usted del conflicto chechenio?, para concluir con la aterciopelada voz del locutor que anuncia trascendentalmente que el 78 por ciento de los oyentes no está de acuerdo con la guerra en la lejana república ex soviética. A veces por el afán de informar, se olvida que también es importante divertir. Lo que queda en el aire, sin embargo, es la sensación de mirar hacia atrás y procurar sintonizar aquellas cosas del pasado que aún tienen mucho que decir en el presente.
LUIS HERNAN REINA
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