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MINISTERIO DEL MEDIO AMBIENTE

Hace aproximadamente 16 años, y después de centenares de estudios donde se recomiendan otras tantas fórmulas para descontaminar el río Bogotá, se reunieron las dos agencias del Estado que en el momento compartían el manejo y administración del otrora remanso de paz, rodeado de sauces y habitado por peces como el capitán sabanero. Frente a frente se sentaron los contendientes del Inderena y la Car, haciéndose mutuas recriminaciones por su total ineficacia frente al río, y cada una argumentaba que en caso de tener control total sobre la cuenca, las aguas cristalinas y puras volverían a ser habitadas por el capitán. La reunión concluyó abruptamente cuando el representante del Inderena manifestó que mal podría esa entidad realizar cualquier acción para recuperar el río, cuando la Car se lo entregaba convertido en una cloaca a la altura del Salto de Tequendama. Posteriormente, en 1983, una ley de la república otorgó a la Car el manejo total de la cuenca del río Bogotá, y hoy diez años

Fueron 25 años de agrios enfrentamientos entre el Inderena y las Corporaciones Autónomas Regionales, en que finalmente no hubo vencedores ni vencidos. O mejor dicho, con la creación del Ministerio del Ambiente, el Inderena recibe entierro de pobre, las corporaciones obtuvieron una victoria pírrica, y, perdieron-ganando los recursos naturales renovables y el ambiente. Y decimos que los recursos naturales perdieron-ganando, porque aunque el sistema de las corporaciones no es totalmente el indicado, no podía continuarse con esta carrera en que el objetivo no es llegar a la meta, sino empujar por el barranco al contrincante.
No convence el esquema de Corporaciones Regionales cuando el manejo de los recursos naturales renovables se realiza bajo el criterio político-administrativo por departamentos, pues la experiencia indica que la unidad para un acertado manejo es la cuenca hidrográfica. El manejo por cuencas obedece a algo tan claro como que, ambientalmente, no es lo mismo una gota de agua en el Chocó que es la zona más lluviosa del planeta que una gota de agua en el desierto guajiro. Es por ello por lo que hace ocho años aproximadamente fue creada Cornare (Ríos Rionegro y Nare en el oriente antioqueño) y la Ley 99 de 1993 crea las corporaciones de Chivor y Guavio. Estas tres cuencas, que no departamentos, generan aproximadamente el 60 por ciento del total de energía que se produce en el país. Solamente por Guavio, la corporación nacida el 22 de diciembre recibirá anualmente la suma de cinco mil millones de pesos. Esta suma alcanza para mucho si es bien invertida, y para poco, en caso contrario. El manejo por cuenca permite al organismo administrador de los recursos naturales diseñar una planeación ambiental conforme con la vocación de uso, bien sea hidroeléctrica, riego, acueducto o uso múltiple. Sin embargo, la Ley 99 de 1993 adopta el mecanismo de las corporaciones, que se rige por la división político-administrativa del país.
Solamente en la semana pasada, EL TIEMPO nos informó que la capital del Caquetá llevaba tres semanas asediada por las basuras; que un empresario será llamado a juicio por intentar exportar 300 ejemplares de una especie de tortuga en vía se extinción; que la Carretera Panamericana en el Tapón del Darién causará serios y definitivos efectos ambientales al ecosistema; que 11 millones de compatriotas carecen de agua potable; que los pescadores del sur de Bolívar, ante la desaparición de la pesca, están adelantando un programa piscícola con la ayuda de Ecopetrol; que fueron sancionadas tres empresas en el departamento del Cesar por contaminar y no emprender soluciones para corregirla; que los habitantes de Usme instauraron acción de tutela para evitar una tragedia originada por la explotación de una cantera; que por séptima vez en el año, está interrumpida la carretera Medellín-Bogotá y las más dolorosas el alud de tierra en el barrio manizaleño de La Carolina y el desbordamiento de la quebrada La Desmotadora en Dabeiba, que ocasionaron la muerte a un centenar de compatriotas. Todas ellas son consecuencia de la agresión y no de la convivencia del hombre con la naturaleza. Cuando la naturaleza es agredida y violentada, reacciona desencadenando terremotos de iracundo puño.
Por todo esto, los colombianos de hoy, que recibimos una lección de respeto y veneración de nuestros antepasados por la naturaleza, pero que no la hemos aprendido, tenemos el convencimiento de que el Ministerio del Medio Ambiente y las Corporaciones Regionales no tendrán licencia para equivocarse.
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