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BOTERO EN L ERMITAGE

Fernando Botero llega a L Ermitage cuando el otoño arrastra las últimas hojas y el Neva se prepara para el invierno. No se cuándo llegarían Picasso o Diego Rivera. Para los rusos, el colombiano es como una primavera que hace sonreír la flor de los cerezos. No se presenta para rendir homenajes a la paz, echando a rodar palomas desde la cureña de los cañones ni anunciando una revolución roja a los gritos de Viva la paz . Es un sonriente y plácido pintor de militares bizcos que despertará en los campesinos moscovitas un cierto divertimiento interior, después de haber pasado por tantas pruebas terribles, al final de guerras pavorosas y revoluciones que hicieron tamblar al mundo. Qué pensará el visitante de L Ermitage al ver las juntas militares colombianas con trajes tan parecidos a los de los militares rusos, que, en días que hicieron estremecer el mundo, convertían en mataderos las calles de Moscú?

GERMAN ARCINIEGAS
El primer visitante centroamericano que llegó a Rusia, y nos hizo esperar lo que luego pasó, fue Enrique Gómez Carrillo. Entonces los zares, azotando al pueblo, llegaban a excesos que, para quienes leyeron las crónicas del centroamericano, hicieron pensar que había sobrepasado el límite de la paciencia campesina. Y así fue. Luego, lo que se cocina en el embrujo de Rasputín anuncia lo que va a ser la suerte de los zares.
Los 100 años de soledad del siglo que termina son de una barbarie en que resulta irrisorio ver a Stalin distribuyéndoles granza a las palomas en la Plaza Roja de Moscú, como lo pintó Diego Rivera en el cuadro famoso que nos hacía ilusionar pensando que ese loco podía convertirse en el guardián de un jardín infantil.
La paloma encantada que trazó Picasso se convirtió en un monograma mágico que hasta el más torpe dibujante reproducía como su firma de partido en toda América Latina. No se cómo pudo Picasso caer en un engaño de tal naturaleza, pero todo el cielo de América Latina se cubrió de palomas mensajeras, salidas del palomar de L Ermitage.
Este Botero, que celebra ahora el Museo que iniciaron los zares y que es el depósito de arte más grande que ha creado el mundo, en el límite donde Occidente termina y comienza la tundra asiática, marca una fecha en la historia del arte porque el mensaje que lleva hará sonreír al campesino como ante un cuento de su literatura graciosa.
Es increíble que resulte más universal una pintura que se inspira en la casa militar de Rojas Pinilla y en la Virgen de Chiquinquirá, que la que toma por modelo a Stalin y a la paloma que Picasso le robó al Espíritu Santo.
En la isba, el campesino de las soledades infinitas que se desprenden de las orillas del Don le prende velas a la Virgen de Vladimir como el campesino mexicano a la morena de Guadalupe y el campesino de Boyacá a la de Chiquinca. Y a los generales de las dictaduras colombianas se les temblaba como a los que pintaba Gómez Carrillo de los zares...
Lo hermoso que encontrarán en la retrospectiva de Botero los visitantes rusos está en lo intemporal. En que no lleva el mensaje político oportunista de los que, movidos por el afán de incorporarse en la política, colorean el arte como lo exige el momento. En ningún lugar se verá tan bien como en L Ermitage del nuevo San Petersburgo en este otoño de oro viejo con algo de flor de los cerezos en primavera.
Un campesino que le prende la vela a su Virgen de Vladimir, se parece al indio de Boyacá arrodillado con una vela delante de la Chiquinca o de la Divina Pastora con su rebaño que anuncia el calor de las ruanas. El cielo americano es un cielo que está entre la serpiente y el águila, y la fruta del indio es la tuna con espinas de rosa. Como en un cuento ruso.
GERMAN ARCINIEGAS
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