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NO ALCANZARON A ROBAR EN EL BUS

El bus era uno de esos que no es ni ejecutivo ni es viejo. Era, como su mismo nombre lo dice, un intermedio. Iba a muy poca velocidad en sentido norte-sur por la autopista Norte, pues en estos días es difícil moverse con tanto vehículo. Estaba más bien desocupado. De pronto un joven delgado, no muy bien vestido, le hizo el pare. Pero no venía solo. Por la puerta de atrás entró otro joven. El segundo fue en busca del conductor. Usted siga , le dijo, y llevó su mano derecha a la cintura para sacar el revólver.

Redacción El Tiempo
Afuera, en un tramo entre la 160 y 155, había demasiados automóviles, camiones, ejecutivos, busetas. También se podían observar las excavadoras que avanzan en los trabajos de la construcción de la paralela, y uno que otro carro varado. En la autopista casi siempre hay carros varados. El sol estaba pegando duro a esa hora, algo así como las 11 del día.
Adentro, completo silencio. Se escuchaba y a muy buen volumen la rumba que tenía armada Olímpica Stereo.
Bajémonos, que hay brinco , el joven del revólver alertó a su compañero. Y qué era brinco?, parecían preguntarse los escasos pasajeros que, impotentes, observaban la escena.
Entonces fue cuando aparecieron varios policías. Los jóvenes descendieron del bus y comenzaron a correr. Con una ametralladora subió un policía al bus. Lo hizo por la puerta de adelante, sin pagar, claro.
Alguien salió del mutismo. No, los ladrones ya se bajaron. Mire, allá va uno . El Policía dudó. Con mirada inquisidora observó rostros. Era evidente que ya se habían bajado, pues los rostros, sin excepción, estaban pálidos.
El trancón seguía. Se escuchaban las inquietas bocinas, y los pitos que se daban los policías para lograr la captura. El conductor no se movía. Apenas se veía su rostro apretado y mustio.
Afuera, la Policía ya tenía a sus presas. Los mismos dos jóvenes que se habían subido, iban a empellones camino a la patrulla.
Los vehículos empezaron a moverse, signo inequívoco de descongestión, y el bus continuó su recorrido, en medio del estrépito de la música. Las siguientes paradas causaron inquietud, pero nadie se bajó. Y unos minutos después vinieron los comentarios, en voz baja, como si aún estuvieran el par de jóvenes.
Iban armados , dijo alguien.
Sí, claro. Qué susto tan verraco! , encontró interlocutor. A las pocas cuadras, el último que habló se levantó y camino a la puerta de salida le dijo al primero. Chao y buena suerte . Adentro, el salsero Jerry Rivera se quedó cantando.
Redacción El Tiempo
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