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REGIONALES, NO NACIONAL, SÍ

Sobre todo a partir de la Administración Betancur, cuya política de paz condujo al crecimiento monumental de la guerrilla, la solución militar al problema de la subversión armada quedó agotada porque ni las fuerzas militares son capaces de someterla, ni los alzados en armas son capaces de apoderarse del país. Ese estado de cosas, que puede describirse con la expresión inglesa stalemate , porque tampoco estamos precisamente en un empate clásico, tiene al país en un marasmo creciente del cual no puede salirse con expedientes desesperados por parte de un gobierno postrado.

Desde mediados de la Administración Barco los corifeos civiles de la subversión insisten en los diálogos regionales de paz, que todos los gobiernos hasta ahora han rechazado porque conducen, primero, a la fragmentación del país y luego al colapso del sistema. El problema del orden público es indivisible, porque Colombia es una entidad nacional que no puede parcelarse en una serie de territorios donde haya diferentes modus vivendi con la subversión. Ni los gobernadores, ni los alcaldes, son interlocutores válidos para una subversión con propósito único, mientras cada gobernador y cada alcalde tiene su propio punto de vista empírico sobre el problema, su propio afán por pacificar su región, su propio temor y el particular clamor ciudadano frente a un problema cada día más angustioso. Los elegidos locales están siempre dispuestos a una pronta solución, a cualquier precio, para obtener un respiro colectivo y una ventaja política individual.
Ese es el camino para la parcelación de Colombia y el prólogo de la ruina.
Con diálogos regionales la subversión gana todo, cuando el Estado y la sociedad civil están lejos de haber perdido la guerra.
El actual gobierno empieza a dar indicios de estar abierto, finalmente, a aceptar diálogos regionales ante la erosión creciente de su poder de convocatoria, el fracaso de su indecisa y errática actuación frente a la subversión y el creciente poder de intimidación y parálisis que ejerce la guerrilla en buena parte del territorio.
En cambio el diálogo nacional entre Gobierno y subversión es la única puerta de salida a la situación, siempre y cuando no se llegue a él de manera improvisada y claudicante. La preparación del gobierno colombiano en relación al tema de la negociación nunca ha sido la mejor.
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