Ahora bien, hay algunos que insisten en manejar el Estado mirando por el espejo retrovisor, unas veces con velocidad hacia adelante y otras con reversa. Y lo primero, es seguro que el vehículo se les va a ir sin poder tenerlo, puesto que, lo que están retroviendo los distrae de tal manera que no miran los obstáculos existentes y, cuando menos lo piensan, están transitando por caminos que jamás quisieron, esos que por aquí llamamos desechos o atajos, donde ya cruzaron otros que fracasaron en la empresa, sino es que de pronto se han volcado precisamente allí donde sufrió igual percance el rival de la contienda política y antecesor en el cargo.
Pero examinemos que sucede si decide conducir con reversa. Esos si es más complicado, porque la regla general del buen chofer es llevar el carro hacia adelante. Por excepción se puede ir hacia atrás. Porque las cosas tienen un destino o fin, unas veces marcado por la naturaleza y otras por el hombre, lo que en materia de Estado es generalmente de este. Pero retroceder es volver a pasar, revertir, o sea, volver al primer estado, por eso nos preguntamos porque tanto interés en revivir el pasado, no salir del mismo y en lugar de trazarse un derrotero nuevo sin mezquinos procederes, pretender hacer ver todo igual a los pasajeros que en este caso son los ciudadanos los que comienzan a sentir sensación de hastío y repulsa.
De algún tiempo atrás en Boyacá estamos viendo ese concurso de conducir, bien mirando hacia atrás o con la reversa puesta y, en algunos casos, llevando el mismo carro, parando en los mismos sitios, invocando a la gracia divina para concluir en que, a veces, la deidad es de tal o cual política y por ejemplo la naturaleza no envía lluvias y, por tanto, no hay agua.
Definitivamente, conducir es peligroso pero a veces es preferible ser pasajero de camión en mala carretera que ciudadano montado en algo que no se sabe conducir por estar pendiente del retrovisor o por conducir hacia atrás, pero asegurando que se está marchando muy bien y por lugares novedosos jamás utilizados por otros. Es ridiculez empleada en la propia defensa.