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Y AHORA QUÉ

Luego de decantar, si es posible, el hecho de que Escobar haya sido dado de baja por la policía, hay innumerables lecciones que se deben aprender para el futuro, pues no es impensable que este caso se repita. La primera lección es que este tipo de criminalidad sólo aparece cuando no se le ataca de raíz y de manera pronta. Si desde el asesinato del ministro de Justicia, Rodrigo Lara Bonilla, se hubieran tomado las medidas drásticas y urgentes que demoraron ocho años!, se habría tal vez evitado todo ese reguero de muertos.

Redacción El Tiempo
El Estado debe echar mano de todos los recursos disponibles nuevos Bloques de Búsqueda, recompensas, delación, inteligencia (que sin duda hay que mejorar) y ayuda internacional, para sólo mencionar algunos para que así cada vez que aparezca un fenómeno similar sea neutralizado antes de que tome vuelo, como sucedió en el caso de Escobar.
Los delincuentes deben saber que ese tipo de actividades va a merecer una atención especial por parte de los organismos de seguridad y que quien cruce la raya merecerá una acción distinta de la de los criminales menos violentos. Así, a pesar de que ese pragmatismo suena odioso, se establecerán una reglas de juego claras para quien quiera dedicarse a asesinar a altos funcionarios, a candidatos presidenciales y a desestabilizar al Estado.
La entrega de Escobar y su fuga deben dejar otra lección: a los delincuentes no se les puede creer. Ello no quiere decir que la entrega del cartel de Cali, que de todas maneras es benéfica, no se vaya a llevar a cabo. Pero sí se debe realizar de otra manera, con unas estrictas condiciones que deben ser cumplidas y sin ningún tipo de lujos o prebendas especiales en el lugar de reclusión. En el caso de Cali, su sometimiento (y esa palabra es bien clara), debe además tener contraprestaciones comprobables en la disminución sustancial del negocio del narcotráfico y en el diseño de estrategias que eviten simplemente el reemplazo de un narcotraficante por otro.
La verdad es que el vacío que dejarán los capos del cartel de Cali generará una lucha por el control de ese gran negocio. Entonces, la política del Estado debe estar enfocada idealmente a que dentro de unos años no volvamos a tener ese problema y, si no se logra, lo que es muy probable, evitemos que quienes se queden con él sean violentos y así se ajusten a unas reglas del juego. Como me dijo un periodista de México, ustedes deben es mexicanizar el negocio de la droga para que quienes se metan a él sepan que tienen límites y que quien incumple, paga .
El Estado carece de un organismo de protección lo suficientemente cualificado como para evitar que todos esos magnicidios se repitan en el futuro. Sin duda el DAS ha hecho un esfuerzo pero los resultados y las últimas investigaciones sobre la infiltración de escoltas lo confirman no han sido buenos. Así, se perdió la labor de inteligencia que debe hacer el DAS y a cambio se obtuvo un mediocre servicio de protección.
Por qué no pensar en crear una entidad nueva, con escoltas muy bien entrenados y muy bien pagos, que como sucede en Estados Unidos con el secret service se dediquen exclusivamente a esa labor? Así no sólo se recuperaría la función primaria del DAS sino que se podría arrancar de cero para crear una institución eficiente que además vendiera sus servicios a las diferentes entidades públicas y privadas, lo que le permitiría costearse y no ser una nueva carga fiscal para el presupuesto de seguridad.
El narcotráfico no se va a acabar. Las dimensiones de este y sus secuelas en la política, en la economía, en la sociedad, en el orden público, en la salud y en la educación no se conocen. Estamos actuando a ciegas y la política estatal está dedicada es a apagar incendios y no a evaluar el problema en su conjunto.
Acaso no es el momento propicio para estudiar el problema y adoptar unas políticas coherentes que vayan al fondo del asunto? El gobierno Gaviria podría dejarle ese legado al país, al crear una gran comisión que con académicos, policías, periodistas, narcotraficantes, banqueros, industriales y cualquier persona que conozca del asunto aquí o en el mundo se dedique, durante estos ocho meses de gobierno que quedan, a proponer diagnósticos y soluciones realistas para este flagelo nacional.
No podemos seguir como vamos, caminando al borde del abismo. Acabamos, y lo digo en plural pues es un problema de todos, de brincar un escollo pero no hay un sentido de dirección. La enérgica respuesta del Presidente al Fiscal, idéntica por cierto a la que Clinton le dio a su encargada de la Salud Pública, al parecer sólo deja abierta la puerta de la represión.
Pero ni siquiera sabemos qué clase de represión es más efectiva cualitativa y cuantitativamente. La del narcotraficante terrorista que le pone fin al terrorismo pero no al narcotráfico? O la del expendedor de basuco de la esquina, que es un problema de salud pública? La del cultivador, que es un problema económico o la del lavador de dinero, que es un problema de codicia?
Por ser el país que produce la más grande cantidad de droga del mundo, y que cada año rompe récords de producción, lo que demuestra que esta guerra no es tan efectiva como nos quieren hacer creer, tenemos el deber de ser líderes si no en la creación de soluciones que son globales sí en el conocimiento del problema de cultivo, producción y transporte. Por ahí debemos empezar y ahora, mejor que nunca, las condiciones están dadas para ello. Ojalá no desaprovechemos esta oportunidad para aprender las lecciones necesarias y hacer algo al respecto.
Redacción El Tiempo
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