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ELECCIONES EN RUSIA: DEFINIRÁN SU FUTURO

Cerca de l07 millones de rusos le darán su voto hoy a dos cosas concretas: una nueva constitución y un nuevo parlamento. El referendo para la constitución fue convocado por Yeltsin mediante decreto y lo más posible es que resulten elegidos los mismos miembros del parlamento.

ÁLVARO SIERRA
Por lo pronto, en Moscú, el presidente Boris Yeltsin, ser reunió con el primer ministro, Victor Chernomirdin, para evaluar los resultados para las elecciones parlamentarias y el referendo constitucional. Yeltsin y su primer ministro también analizaron la situación económica y política del país. Pese a las intenciones de Yeltsin de crear rápido y por decreto un nuevo país sin las herencias institucionales de la URSS, y a los pronósticos de que la gran nación en general y su presidente en particular se la juegan toda otra vez en las elecciones de hoy, lo más probable es que ni las novedades ni las anomalías de estas últimas logren evitar que las cosas en Rusia sigan como venían: mal.
Rusia celebra hoy las primeras elecciones multipartidarias de su historia. Los 13 bloques electorales han hablado gratis por televisión y han pasado canciones y publicidad por primera vez. Va a referéndum una constitución que puede darle un marco legal a un país que los ha perdido casi todos y sin la cual no se salva de la guerra civil o la dictadura. Así hablan los partidarios de Yeltsin del paso a la economía de mercado y la occidentalización institucional de Rusia.
Las elecciones fueron convocadas a caballo de una derrota sangrienta de la oposición. Hubo menos de dos meses para hacer campaña, con el país en manos exclusivas de un presidente todopoderoso y no pocas ventajas para los candidatos que lo defienden.
La propia constitución introduce la discordia al convertir a Yeltsin en un zar. Fue finiquitada por su gente y publicada hace un mes escaso. Y no solo se somete al dudosamente democrático mecanismo del referéndum, sino que cuenta con todas las ventajas para aprobarse después de que el presidente cambió por decreto la cantidad de votos necesaria. Así protestan no solo la oposición nostálgica de la URSS sino también algunos partidarios convencidos del mercado.
Los objetivos reales
Lo clave, sin embargo, no es si sobre estas elecciones flotan la bendición de la democracia que han venido a esclarecer 700 observadores de casi cincuenta países o la espada de Damocles de la dictadura, sino si se van a lograr los objetivos de sus autores: remplazar el establecimiento soviético, resolver una crisis política de dos años que en octubre llegó al borde de la guerra civil y evitar que Rusia prosiga por el camino al Ades de la Unión Soviética.
Apatía y desilusión populares con una reforma que, este mes, le permitió al gobierno publicar las cifras económicas más optimistas de los pasados dos años mientras mineros, médicos y otros sectores se van a huelga porque llevan meses sin recibir salario del Estado, pueden conducir a que en el parlamento nadie, ni reformistas ni opositores, logre mayoría.
Opción de Rusia, el bloque yeltsinista, no tiene candidatos en 63 de las 178 circunscripciones a la Cámara Alta, y le faltan o llama a votar por otros en 119 de las 225 circunscripciones a la Baja.
Más que una prueba para los reformadores o un reto para los opositores que sobrevivieron las jornadas de octubre, estas elecciones son un pulso entre las distintas alas que componen la elite dirigente y el gobierno ruso, cada día más dividido. Por eso más bien que producir un nuevo sistema político con tres o cuatro partidos sólidos, podrían dar a luz un puñado de fracciones parlamentarias ingeniando alianzas y peleando ferozmente puestos en el gabinete.
Yeltsin y su equipo, que se alarman ante esta posibilidad, apuestan todo a la aprobación de la constitución, que le daría poco poder a ese parlamento y mucho al presidente. Pero hay serio riesgo de que el electorado, ajeno al árido terreno constitucional, no la vote.
Viejos tiempos
Vacío jurídico insólito: la antigua, soviética, no rige y no sirve; Rusia quedaría con un presidente que, derrotado su principal candidato, difícilmente podría seguir mandando por decreto, y un parlamento contemplado en una constitución que no se aprobó, pero fortalecido por la votación popular, ávido de consagrar sus potestades. Reedición corregida y aumentada de la crisis de estos dos años.
Si, según el plan como decían los comunistas, los yeltsinistas lograsen buena votación y aprobaran la constitución, nuevas crisis serán solo cuestión de tiempo. La campaña electoral cristalizó la división enel gobierno ruso.
Después del baño electoral, los delfines hasta ayer unidos van a exigir puestos acordes con el haber que les dé la votación. Con la oposición conservadora logrando no pocos diputados, y la eventual sorpresa que puede deparar el Hitler ruso, Vladimir Zhirinovski, es obvio que la temperatura en el nuevo parlamento puede ser tan crítica como en el viejo.
Sobre todo porque, más allá de que parlamento y constitución sean nuevos y de la relación de fuerzas que resulte en el uno y el destino que sufra la otra, la aplastante mayoría de los que manejan el país y de los que saldrán elegidos pertenece al pasado.
Entre los 3.500 candidatos hay 436 ex diputados rusos o soviéticos. En repúblicas y regiones se disputan los puestos presidentes elegidos en tiempos comunistas, administradores nombrados por Yeltsin, directores de empresas y granjas estatales y presidentes de soviets locales.
El drama ruso no se resuelve, pues, en estas elecciones.
ÁLVARO SIERRA
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