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PRIMERA COMUNIÓN O PRIMERA EUCARISTÍA

Mi sobrino nieto Alejandro va a hacer la Primera Comunión este 8 de diciembre, fiesta de la Inmaculada Concepción de María. El mejor regalo que le puedo ofrecer desde esta columna, a él y a todos los niños que la harán este miércoles en tan bella fiesta de María, es esta reflexión sobre la Subida al Templo de Jesús y sobre la Eucaristía, que nos recuerda la Pascua, el misterio central de nuestra fe cristiana. Alejo: yo te diría que la primera Comunión yo la llamo Primera Misa y, todavía mejor, Primera Eucaristía constituye, piénsalo muy bien, tu primer encuentro cara a cara con Dios, tu primer acto de adoración a Dios, en unión con Jesucristo y con toda la Iglesia, en la que participas ya plenamente, como creyente cristiano, del misterio cristiano.

ALFONSO LLANO ESCOBAR, S. J.
Jesús también lo tuvo a sus 12 años. La Pascua era y sigue siendo la fiesta central de la fe judía. En ella, el judío recordaba y revivía el Paso del Yavé-Dios por el pueblo para liberarlo de la esclavitud en que se encontraba, bajo el yugo de los faraones egipcios, y pasarlo a la Tierra Prometida. Cuando el niño judío era instruido por sus padres en el culto y tradiciones de los mayores, subía al Templo, ya por su propia cuenta, así fuera en compañía de sus padres, a celebrar la Pascua, es decir, a oír la Ley, a ofrecer el sacrificio, a adorar a Dios, y a recibir la presencia y el don de Dios. En esa ocasión, Jesús, quedándose en el Templo sin contar con sus padres, nos enseñó que Dios nos libera, nos desprende de nuestra familia, de nuestra tierra y de nosotros mismos, para gustar de Dios en la Tierra.
El hombre nace hambriento de ser. De aquí esa curiosidad que te acompaña desde niño y te hace preguntar por todo, con un ansia insaciable de saber, de gozar, de crecer. Habrás notado que nada ni nadie puede saciar esa hambre oculta de ser. San Agustín confesó en su ancianidad esta sed de Dios, cuando observó atinadamente: Nos hiciste para Ti, Señor, e inquieto vaga nuestro corazón mientras no descanse en Ti .
A tu edad, y rodeado de una sociedad obsesionada por la ciencia y el consumo, no es raro que esperes, ilusionado, que el computador, el nintendo, el cine, el fútbol, la televisión, el inglés y los viajes satisfagan esa sed infinita de felicidad que no te deja un instante en paz.
Nuestra vida es efímera, quiero decir, es breve, es frágil, es mortal y pecadora. En cambio la vida de Dios es eterna, es fuerte, es santa y resistente. Sólo la vida de Dios, como a la samaritana, saciará tu sed y te hará definitivo, pleno, feliz.
Se suele decir: Hacer la Primera Comunión . Te sugiero que no la llames así, ni siquiera recibir la Primera Comunión. Piensa más bien: celebraré mi Primera Eucaristía . Todo el pueblo cristiano participa del sacerdocio de Cristo, no solamente los sacerdotes. Y esta participación en el sacerdocio de Cristo es precisamente lo que te da derecho a participar en la celebración de la Eucaristía.
Si se tratara sólo de recibir la comunión, bastaría con que llegaras al fin de la Misa, pero vas a participar activamente en la celebración de la Eucaristía desde el comienzo: el rito penitencial que te purifica de tus faltas, oír la palabra de Dios, como hiciera Jesús en el Templo; luego presentar, juntamente con tus padres, la ofrenda de tu vida con todo lo que eres y posees, y ofrecer acción de gracias al Señor por todos los beneficios que has recibido en tu vida. Viene en seguida el acto central popularmente llamado consagración que es la oración tradicional de acción de gracias de la comunidad cristiana. Sólo quien ha hecho este recorrido de fe se encuentra en la mejor disposición de recibir la sagrada comunión, es decir, la participación de la vida de Dios sin restringirla a este momento final, ya que desde el comienzo el fiel está en comunicación y comunión con Dios.
Finalmente, no puedes separar tu fe en Jesucristo de tu vida diaria. Mira a tu alrededor y verás cuántos pobres sufren en Colombia la falta de techo, de pan, de abrigo. Tienes que aprender a compartir, con Jesús y como Jesús, lo que eres y tienes, con los demás, especialmente con los más necesitados. Con motivo de esta tu primera Eucaristía, debes visitar siquiera un par de familias pobres para llevarles algo, ojalá no sólo de lo que te sobra. Mira a tu alrededor cuánto robo se da, cuánto soborno, peculado, crimen, desafecto, dolor y muerte. Aprende a dar, sí, a dar afecto, amistad, consejo, perdón.
Y luego, sí, acércate a Jesús y díle que tienes sed de él, y él te dará por primera vez su cuerpo y su sangre, te hará partícipe de la vida eterna de Dios.
ALFONSO LLANO ESCOBAR, S. J.
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