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La musa que hizo llorar las guitarras

Pattie Boyd se llama a sí misma una musa, y tiene bellas canciones de amor para probarlo (Something, de George Harrison, Layla y Bell Bottom Blues, de Eric Clapton). Pero, en el caso de Boyd, ser una musa significa también nunca haber tenido que pagar un recibo de electricidad antes de los 45 años de edad, cuando se encontró sin empleo y desconectada del mundo de la realeza del rock.

JANET MASLIN
Ahora, en una irregular –pero rica– memoria está preparada para reflexionar
sobre sus aventuras amorosas. Wonderful Tonight (Maravillosa esta noche),
que toma su título de otra de las sublimes y amorosas canciones de Clapton
acerca de ella, dedica misericordiosamente poco tiempo a sus años de
formación (“mi primer recuerdo es el de estar sentada en una silla alta
escupiendo espinacas”; “mi único lujo era Teddy, mi amado oso”) y va
directamente a la parte que nos interesa.
La mayoría del mundo conoció a Boyd cuando apareció brevemente en la
película La noche de un día difícil (A Hard Day’s night), a bordo de un tren
y con un uniforme escolar. De inmediato, Harrison le pidió que se casara con
él.
Rápidamente, se convirtió en parte de los Fabulosos Ocho, ya que cada Beatle
viajaba con una esposa o novia. Y, en enero de 1966, ella y Harrison se
casaron, pero no antes de que él le pidiera permiso a Brian Epstein, el
manejador del grupo. Como aprendería una y otra vez la nueva señora
Harrison: “Todos esos músicos eran como niños pequeños con pantalones
largos”. Nunca navegaban por el mundo solos, y tampoco lo hizo ella.
Boyd no recuerda mucho acerca de sus años con los Beatles que no haya sido
descrito ya por los historiadores del pop.
Pero sí responde la gran pregunta que todo el mundo del rock quiere conocer:
¿Qué la hizo dejar a Harrison por Clapton, el gran amigo de su esposo?
Para darle crédito, el libro responde a esa pregunta en forma plena y
creíble. Harrison regresó de India como un hombre cambiado, afirma Boyd. Se
volvió meditativo y de humor cambiante, “así que si le hablabas no sabías si
obtendrías una respuesta en medio de sus cantos o si te arrancaría la
cabeza. También comenzó a beber, a dormir con las esposas de sus amigos (la
más notable, la de Ringo Starr), y se hacía cada vez más difícil de
encontrar en su casa con 25 recámaras. Entretanto, comenzaron a llegar en
masa cartas de Clapton”.
Wonderful Tonight repite suficientes de estas cartas para demostrar que la
lastimera belleza de Layla (el nombre que le dio Clapton a Boyd, tomado del
escritor persa Nizami) no era algo fortuito. Uno de los mensajes dice: “Por
nada más que por los placeres pasados sacrificaría a mi familia, mi dios, mi
propia existencia, y aún así no te conmueves”.
Etapa Clapton
Así mismo, Boyd asegura que el intérprete de Cocaine le dijo que comenzaría
a usar heroína si no dejaba a Harrison y cumplió esa amenaza. Clapton,
cuya propia autobiografía, Clapton, será publicada próximamente en un otoño
que estará lleno de memorias del rock, ve el tema de la heroína en forma un
poco distinta: afirma que ya era totalmente adicto. Pero, básicamente,
comparte la idea de Boyd de su gran pasión.
Así que ella se marchó, sólo para encontrar que la vida en la casa de
Clapton no era una mejoría. “Fue como si la emoción hubiera estado en la
persecución”, comprende en medio de muchas historias de excesos en la
ebriedad, luego de que Clapton logró cambiar la adicción a las drogas por el
alcoholismo. “Reflexionando, veo que estar enamorada de él fue como una
especie de adicción”, dice Boyd en uno de muchos indicios de que ha pasado
largas horas de terapia analizando su pasado.
“Cuando la primera cosa que tienes en la mañana es una cajetilla de cigarros
con una copa grande de brandy y limonada, tienes un problema”, recuerda Boyd
que le dijo un amigo a Clapton. “¿Alguna vez has escuchado del cereal?”
Con el tiempo, Clapton escuchó ese consejo. Y después de su tormentosa vida
juntos, Boyd creyó que ya no era el hombre con el que se había casado.
Finalmente, se divorciaron, y esto la llevó al periodo más triste y sabio de
ex musa, que describe en la última parte de su libro.
“Nuestra generación encabezó realmente una revolución”, concluye . Pero
realmente fue la música de sus esposos lo que la hizo inolvidable. Sin
embargo, su lado de la historia, a pesar de sus lugares comunes, también
vale la pena ser escuchado.
JANET MASLIN
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