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Irak: ganando tiempo

Un ambiente de frustración quedó esta semana en Washington tras los testimonios de los dos funcionarios norteamericanos más poderosos en Irak –el general David Petraeus, comandante militar, y el embajador Ryan Crocker– y el anuncio del presidente George W. Bush de que, hacia julio del 2008, los efectivos estadounidenses se podrían reducir en unos 30.000, para volver a los niveles previos al aumento de tropas lanzado a comienzos de año.

Redacción El Tiempo
Durante meses, la respuesta del gobierno a sus críticos fue la de que
esperaran el reporte del general y el embajador al Congreso. Después de dos
días de audiencias en ambas cámaras y de un breve pronunciamiento televisado
del Presidente –el octavo desde la invasión, en marzo del 2003– no se ven ni
un horizonte para el fin de la intervención ni una estrategia clara para
sacar a Irak de la guerra civil en que se sumió hace más de un año. Más
bien, esta parece una guerra perdida.
El general Petraeus apuntó a la disminución de los atentados con bombas y de
la violencia en las provincias de Anbar (anterior fortín de Al Qaeda en
Mesopotamia) y Diyala, gracias a las alianzas con líderes sunitas. Y destacó
la estabilidad en la región de los kurdos, que contrasta con el resto del
país, y avances en las instituciones democráticas y económicas. Los críticos
alegan, no sin razón, que la violencia en Bagdad se ha reducido no por haber
mayor seguridad, sino porque la limpieza étnica de las milicias chiitas
contra los sunitas casi ha culminado, al expulsar a estos últimos de barrios
enteros de la capital (desde febrero ha habido 35.000 desplazados). Entre
junio y agosto del 2006 e igual período del 2007, los carros bomba bajaron
de 42 a 23 por mes, en promedio... Que sea una mejora llegar a una veintena
de atentados por mes da una idea de lo dramático de la situación.Y, como
para ratificar a los escépticos que se preguntan cuánto durará la alianza
con los líderes sunitas que hasta hace poco disparaban contra los
estadounidenses, el jueves fue asesinado el más importante de ellos, el
sheik Abdul Sattar, que se había fotografiado con Bush en su visita a Anbar,
días antes.
El embajador Crocker defendió lo hecho, pero aceptó que no puede “garantizar
el éxito”. Ayer, como para confirmar las dudas, un reporte de la Casa Blanca
estimó que ha habido poco progreso en los 18 parámetros que el Congreso le
fijó a Bush para determinar el avance en Irak. Días antes, otros reportes
señalaron la fragilidad del aparato estatal iraquí y la incapacidad de la
Policía y el Ejército para cumplir con sus deberes.
Por más metas que en E.U. le asignen al gobierno de Bagdad, el primer
ministro, Nuri Al-Maliki (y la Policía), sigue respondiendo más a sus
intereses chiitas sectarios que al papel unificador que debería desempeñar.
Sunitas, chiitas y kurdos no se ponen de acuerdo; el parlamento no ha
aprobado las leyes fiscales y de petróleo básicas para un reparto del poder,
y cada día parece más difícil mantener unido a Irak como entidad nacional.
Para no hablar de la presunta intervención iraní y la posibilidad de que el
conflicto se riegue al vecindario –sobre la cual previno esta semana el
propio gobierno iraquí–. Todo ello mientras crece en E.U. el descontento con
esta guerra.
Desde Vietnam, una administración estadounidense no enfrentaba un conflicto
en tan imposibles condiciones. Aunque la orquestada salida al ruedo de
Petraeus, Crocker y Bush compra algo de tiempo, con la promesa de reducir
las tropas al nivel que tenían antes de la escalada de este año. Los
demócratas mantendrán sus críticas, pero sin votos ni agallas para forzar la
salida de tropas o un drástico corte de fondos. Todo indica que un gran
contingente seguirá en Irak por largo tiempo (la reducción prevé dejar desde
julio del 2008 los mismos 130.000 efectivos que había antes del aumento). Ya
no se habla de “victoria”, sino, en palabras de Condoleezza Rice, del
“comienzo de un largo proceso”. Parece que el próximo Presidente de los
Estados Unidos tendrá todo un lío entre manos. Y los iraquíes, su tragedia
sin resolver.
Redacción El Tiempo
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