Son procedimientos de proselitismo cíclicos, que se dan en cada evento electoral y que constituyen para ciertos segmentos de los estratos más bajos, su cosecha y su oportunidad de conseguir algo. En el Meta no se superó esa táctica, por el contrario se innovaron otras maneras de buscar los votos, mediante estrategias ajenas a lo que debería ser la esencia de una sana contienda democrática que busca la emulación de propuestas y programas serios y viables.
En estos procederes, pierde credibilidad la clase política, se desprestigian los partidos que así se diluyen. No hay orientación a la opinión pública ni educación social; se corrompe el sistema y se deslegitiman las instituciones.
Entre las curiosas novedades que se utilizan para hacer política están las de valerse del apellido cuando coincide con el del gobernador para presentarse como consanguíneos suyos y ostentar tal parentesco como capacidad de influencia. O sacar de apuros a novios y parejas mediante prácticas abortivas a cambio de votos. Otros son educadores oficiales, están en la nómina, y prevalidos de su ascendencia sobre padres de familia y comunidad buscan su favor político, a sabiendas de que la eventual elección sería precaria y rápidamente anulada por el Contencioso Administrativo por su inhabilidad para ser elegidos.
El mayor fraude al elector, el más común y de vieja data, lo constituyen los candidatos que prometen lo imposible, ignorando de manera absoluta el ámbito de competencias de cada cargo y de cada Corporación. Asumen compromisos que no cumplirán, por arzones de orden financiero, o porque no corresponde a las funciones del elegido, pero también porque en algunos casos no es asunto de este mundo. El candidato a la gobernación (por la convergencia cívica) prometió desde reforma agraria hasta modificaciones a la apertura económica; algún cturales que no son de manejo local.
Esa clase de candidatos degenera la democracia porque la deforman. Son la explicación a la causa de la apatía electoral y la justificación del hecho de que cualquier aparecido, con sólo pararse en la cabeza o mostrar el trasero ponga en aprietos a los partidos políticos.