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Chocó en el Plan de Desarrollo

En el Plan Nacional de Desarrollo presentado por el Gobierno al Congreso hay un propósito histórico para Chocó y para Colombia. Contiene, en la página 257 del Capítulo 4, un asombroso y ambicioso proyecto que merecería, en sí mismo, ser un plan de desarrollo.

Dice: “Se estudiará la factibilidad de desarrollo del corredor fluvial del
eje Atrato-San Juan como alternativa para transporte de carga y pasajeros y
su complementariedad con el canal de Panamá.” Se trata nada más ni nada
menos que de la factibilidad de desarrollo de un canal interoceánico entre
el Caribe y el Pacífico, aspiración de siglo y medio de Colombia.
Notable esta perla. Lo que no es claro es si esta es una muestra de la
calidad o de la ligereza del Plan de Desarrollo.
La república de Panamá, luego de un detallado estudio de factibilidad y de
un proceso que culminó con un referendo nacional, inició la ampliación del
canal, obra que tiene un costo superior a los 8.000 millones de dólares,
cifra levemente inferior al costo de todas inversiones de todo el Plan de
Desarrollo colombiano en cuatro años. Por tanto, no es serio incluir la
factibilidad del canal interoceánico en el Plan de Desarrollo.
O es un propósito nacional que se debería convertir por sí mismo en un plan
de desarrollo, o es un párrafo poco serio en un plan ídem. Merece, eso sí,
incluirse el canal en la apretada agenda del Vicepresidente, que incluye
obtener la sede del Mundial de Fútbol y la del concurso de Miss Universo.
En realidad, el plan es un largo compendio de aspiraciones y necesidades, es
más un inventario o directorio que un listado de prioridades. Por ejemplo,
el plan de carreteras incluye dos veces más kilómetros que presupuesto para
construirlos.
Además, parte de la financiación de las inversiones regionales sale del
tijeretazo a las transferencias que se les quita a departamentos y
municipios. O sea, lo que se les da a las regiones sale de lo que se les
quita.
Paradójicamente, los planes de desarrollo, desde que es obligación su
aprobación por el Congreso, se han convertido en un instrumento poco
efectivo para orientar el desarrollo.
El paso por el Congreso fracciona la inversión; a los congresistas les
interesa más la regionalización que los grandes proyectos y, además, al
Gobierno le interesa más meter miquitos legislativos que la orientación del
plan. Poco, muy poco del 6,8 por ciento de crecimiento del año anterior
puede atribuirse al plan de desarrollo.
Pero si el plan no es marco adecuado para orientar la inversión, tampoco los
consejos comunitarios lo son. Estos consejos son una herramienta muy útil
para conectar al Gobierno con las comunidades y para realzar la figura
presidencial como el gran dispensador de soluciones y esto no se discute,
pero los consejos comunitarios no dan una orientación adecuada para toda la
inversión pública.
La crisis humanitaria en el Chocó pone de presente una discusión sobre la
efectividad de los consejos comunitarios como mecanismo para atender
necesidades básicas.
Depender de la presencia presidencial como exclusiva fuente de coordinación
de acción estatal no es buena receta y en el caso del Chocó esto ni siquiera
ha funcionado. En el Chocó han ocurrido tres de los ciento cincuenta y
cuatro consejos comunitarios realizados en estos cinco años. El más reciente
fue en diciembre pasado y, a pesar de esto, pasó lo que pasó.
El Chocó debería figurar en el Plan de Desarrollo por las acciones para
atender que niños no mueran de hambre y no por un canal quimérico.
rafaelpardo@rafaelpardo.com
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