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LIDA, PEREGRINAJE HACIA LA MUERTE

En homicidio doloso habrían incurrido varios profesionales de la medicina, en particular anestesiólogos, por la muerte de 13 personas desde cuando estalló la emergencia provocada por la crisis de la medicina especializada en el Atlántico, según la Procuraduría departamental. El caso más conocido es el de Lida Johanna Ardila Becerra, de diez años, cuyos padres la llevaron al Hospital Universitario, después de ser atropellada por un carro de la telefónica de Barranquilla, a las 10 de la noche del 15 de octubre. Allí, el médico que la recibió señaló que requería un tratamiento especializado para un trauma cráneo encefálico.

Del Universitario salió Lida Johanna en una ambulancia oficial, con un médico y su padre, Antonio, para peregrinar por más de dos horas, pasando sucesivamente por cinco clínicas de las más prestigiosas de esta ciudad (General del Norte, Metropolitana, La Asunción, Bautista y del Caribe) hasta que su vida se extinguió en esta última. A la niña la hirió de manera mortal el golpe del carro de la telefónica y la remató la indolencia humana.
Ahora, la Defensoría del Pueblo, la Fiscalía y el Ministerio Público investigan lo que parece ser una insólita concurrencia de hechos fatales, pero comunes en los últimos días, según las evidencias de los organismos de control. En el caso de Lida, la Clínica General del Norte sostiene que en ese momento su Unidad de Cuidados Intensivos estaba totalmente copada (pero el Defensor del Pueblo, Osvaldo Henríquez, sostiene que no requería esa unidad sino una Tomografía Axial Computadurizada para luego ser remitida a otro lugar), la Clínica Bautista dice que la niña requería un ventilador de volumen y el de ellos se encontraba ocupado (el Defensor señala que el paciente que lo tenía no estaba en estado tan grave) y la Clínica del Caribe dice que la atendieron sin tener en cuenta que existieron dificultades para la admisión, pues sus acompañantes carecían de dinero en efectivo para aportar los 600 mil pesos que les exigían para su ingreso. Pero el padre de la niña dice que le exigieron el dinero para iniciar la atención.
Lida Johanna desnudó la vulnerabilidad del sistema público y privado del tercer nivel de salud en el Atlántico, agravado en estos momentos por el paro de los anestesiólogos, quienes en esta semana no solo se negaron a atender en los hospitales públicos, obligando a la suspensión de todas las cirugías, sino a atender a los pacientes remitidos de estos hospitales a las clínicas particulares.
La conmoción que las circunstancias de su muerte produjo en Barranquilla de poco sirvió para salvar otras vidas en vista de la polarización que se advierte entre anestesiólogos y gobierno seccional. La semana pasada, funcionarios de la Defensoría del Pueblo y de la Procuraduría constataron, y tienen actas firmadas que EL TIEMPO revisó, los peregrinajes angustiosos y, en algunos casos, las consecuencias agravantes para los pacientes. No obstante, la información sobre la identidad y circunstancias de las otras muertes no ha sido revelada por el Departamento Administrativo de Salud del Atlántico (Dasalud).
Es de anotar --dice el informe que la Procuraduría remitió a la Fiscalía-- que desde el momento en que un paciente es embarcado en una ambulancia hasta que se encuentra en una clínica que lo acepte por disponer de un anestesiólogo que preste sus servicios para que pueda ser intervenido quirúrgicamente, se pierde un tiempo extremadamente valioso... . Ese tiempo, según lo recuerda el director de posgrado de la Universidad del Norte, Wulfgang Munar, ex viceministro de Salud, es la diferencia entre la vida y la muerte .
Ambulancias, del timbo al tambo
Munar dice que al presidente Ernesto Samper lo salvó no tanto la experiencia y la tecnología del equipo que lo atendió en la clínica de Cajanal en Bogotá, sino la pericia del conductor que se ganó unos minutos. Fueron unos instantes decisivos que, en Barranquilla, pierden los conductores de ambulancias que van del timbo al tambo buscando una clínica donde haya un anestesiólogo dispuesto.
A veces no lo encuentran. Como ocurrió el martes en la Clínica La Asunción, donde, como acto extremo, el obstetra, Gustavo Ahumada, se vio precisado a practicar una delicada cirugía sin anestesia a Mónica González, de 17 años, para salvarle la vida.
Según el Defensor del Pueblo, la anestesióloga de turno, Ninfa Colpas, no acudió alegando incapacidad. La Asunción es la clínica que mayor confianza inspira entre las mujeres de Barranquilla. Por eso, este caso causa tanta desazón en la ciudad.
Contra Colpas y otros diez profesionales de la anestesiología, el Defensor del Pueblo pidió al Ministerio de Salud que les imponga una fuerte sanción. Entre la lista se encuentran Edgar Castillo, Jaime Jabba y Juan José Insignares, porque no acudieron a los reiterados llamados para atender en la clínica del Prado al paciente Fidel Torres, de 76 años, quien padecía una lesión grave de su vesícula.
También acusó a Juan Pablo Dávila, residente de anestesiología, procedente de la Universidad Metropolitana, quien, según el Defensor, del Pueblo, vio impertérrito que Marta Ortiz Linares se desangraba en el Hospital Universitario y no quiso llamar a su docente, pese a los ruegos del Ministerio Público y de los profesionales de Dasalud.
Y acusa a Russo Pantoja, Miguel Colonna y Alejandro García, de la Clínica Bautista, quienes, dijo, se habían negado a atender a Gladys González, afectada de apendicitis. Según Henríquez, se dedicó el martes 18 a llamar por teléfono, uno por uno, a todos los anestesiólogos que aparecen en el directorio telefónico y no tuvo suerte.
La desazón que causa la crisis médica de Barranquilla, que amenaza extenderse con la renuncia de parte de los ortopedas y traumatólogos vinculados al sistema de salud pública, a partir de ayer, no es solo en las mujeres que acuden a la Asunción. Barranquilla es fuente de servicios de tercer nivel para una población estimada en cuatro millones de habitantes de la Costa y de los países del Caribe, y su economía está asociada a los servicios especializados de medicina que se ofrecen en una región particularmente atrasada en ese sector.
Pero esta crisis está poniendo en duda su eficiencia en el terreno de la ciencia médica, que es respaldada por tres facultades de medicina y unos diez mil profesionales.
Anestesiólogos militares
Una primera respuesta del Ministerio de Salud a la crisis de Barranquilla la dio ayer el ministro Alonso Gómez Duque, quien anunció un plan de emergencia a partir de hoy lunes, que consistiría en el envío de un grupo especialistas en anestesiología, en principio militares, para que atiendan en los hospitales públicos o las clínicas particulares.
Anunció, además, que acudiría a las instancias judiciales si se comprueba que ha habido fallecimiento a causa de las protestas de los anestesiólogos, porque no considero, ni como médico ni como Ministro de Salud, que los movimientos, independientemente de lo justo de sus reclamaciones, deban interferir con la vida de los ciudadanos .
Que reversen la descentralización
Al referirse a las muertes de pacientes, en medio de toda esta crisis, el gobernador Gustavo Bell dijo que si este es el precio que hay que pagar por la descentralización, esta debería reversarse.
Criticó al gobierno del presidente Ernesto Samper porque ha sido evasivo frente a sus responsabilidades. La Nación generó una crisis, decretando unas obligaciones sin aportar los recursos, y Atlántico, que es el único departamento que ha aplicado esas normas, paga las consecuencias . Según Bell, la crisis de Atlántico se repetirá en todo el país.
Lo que ocurre con los anestesiólogos, según el investigador Wulfgang Munar, es que, prevalidos de su condición de ser factores de vida o muerte en la cadena de atención a los enfermos, se sienten con posición dominante para doblegar al Gobierno.
Por eso, Munar no cree que la motivación de ellos sea solo la mejor dotación de los hospitales, como lo pregonan, sino la búsqueda de mejores condiciones laborales o de ingresos, que son aspiraciones legítimas, pero exigidas de manera peligrosa.
Denunció que en Barranquilla existen algunos comportamientos depredadores de parte de entidades, respecto a los pacientes, sus trabajadores y entre ellas mismas. Munar se desempeña, además de docente, como asesor de clínicas, y está culminando un libro de diagnóstico de la salud del Atlántico.
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