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EL CAMPEÓN QUE LA GENTE ESPERABA

El sábado en la noche, por primera vez, pensó y dijo que podía ser el campeón. A la buena preparación que realizó este año; al buen respaldo médico, técnico y logístico que encontró en el equipo Manzana Postobón; al trabajo que se cumplió durante todas las etapas y a esa confianza que había vuelto a adquirir, le sumó lo único que le faltaba: el amuleto de la suerte. Este fue Paula, su hija de apenas cuatro meses. La niña llegó hasta el lobby del hotel Ambalá de Ibagué junto con Patricia Hernández, la esposa del nuevo campeón del Clásico RCN-Caja Popular Cooperativa 45 años, para acompañar a Julio César Aguirre en los kilómetros que lo separaban de la gloria. Una gloria que alcanzó en forma inobjetable, a la luz de los resultados, pero que para muchos resulta sorpresiva, pues se trata de un nombre que poco representa para los aficionados.

Sin embargo, sería un atrevimiento decir que Julio César Aguirre es un desconocido. Durante los siete años que militó en el equipo aficionado Pony Malta-Avianca de Jorge Tenjo y Oliverio Cárdenas, siempre se hizo nombrar como un gregario de lujo que, a veces, mostraba chispazos de grande. Fue campeón del Gran Premio de La Banana y de la Vuelta a Guadalupe en 1993, y ganó una etapa en el Clásico anterior. Necesitaba que le dieran más confianza y, en especial, libertad para moverse en carretera, para buscar su carrera, para demostrar -y demostrarse- que podía estar entre los ases. Y eso fue lo que consiguió este año en el Manzana Postobón de José Alfonso El Pollo López y Benjamín García.
El aspecto económico me llevó a cambiar de equipo. Me casé hace dos años y tenía que pensar en el futuro de mi familia. El pedido que hice no me lo aceptaron en Pony, y entonces busqué cupo en Manzana , dijo Aguirre. Fueron momentos difíciles los que vivió a comienzos de la temporada, porque a la negativa a seguir en su anterior escuadra se sumó el carameleo de la gente del Kelme, que nunca lo concretó. Alcancé a pensar en el retiro .
Solo en febrero, cuando ya la temporada estaba en marcha, superó los problemas y entró a hacer parte del grupo del Pollo López. Aquí encontré el estímulo y la confianza que necesitaba. Se aprecia el trabajo, no solo las victorias, y hay un gran compañerismo .
Comenzó, entonces, a mostrar las bondades del proceso. Pero, a diferencia de los campeones jóvenes de los años recientes, Julio César Aguirre es empírico , pues nunca estuvo en las escuelas de ciclismo. Nosotros solo tuvimos que adaptar algunas técnicas de entrenamiento y darle confianza, porque, hay que reconocerlo, el trabajo que le hicieron en Pony Malta-Avianca fue muy bueno , dijo Benjamín García, preparador físico de Manzana Postobón.
De él se puede esperar mucho más. Es un corredor bueno, callado, juicioso y humilde. Le falta más trabajo, debe ser más consciente, entender que las instrucciones técnicas son para su bien , afirmó El Pollo López. Está en la edad justa. Va camino de consagrarse, en pleno proceso de evolución. Aunque no es mucho el contacto directo que hemos tenido, y no le puedo decir qué tanta pasta de campeón posee, sí puedo asegurar que ha ganado mucho en el aspecto sicológico. Y acuérdese que la mente mueve montañas , agregó García.
Sí, inteligencia y fe, como las que demostró Aguirre en estos diez días de competencia. Porque siempre estuvo entre los mejores, desde el prólogo en Neiva, que terminó de séptimo. Luego se consolidó en la montaña, en La Línea, y ratificó su clase, sus condiciones, sus aspiraciones, en Minas, Letras y San Miguel. Solo le restaba ratificar que también rinde en la contrarreloj.
En mis comienzos siempre fui bueno para esas etapas. Solo que me descuidé con los años, porque era gregario y en el equipo me mandaban a cumplir el recorrido, nada más . Una situación que cambió radicalmente en Manzana Postobón, el conjunto de mejores resultados en esta modalidad.
Desde el primer cronometraje parcial, en el kilómetro 5 del recorrido de 43,2, se vislumbró como el ganador: marcó 6.33, contra 6.50 del líder Martín Farfán y 6.39 de Libardo Niño. En el kilómetro 10 la progresión fue mucho más favorable, más clara: hizo 13.55, contra 14.25 de Farfán y 14.10 de Niño. Y en la mitad del trazado, kilómetro 21, ya era campeón parcial: su 25.56 superaba netamente al 27.17 de Farfán y al 27.00 de Niño. Una ventaja que aumentó a cada metro y que en la meta despejó cualquier duda: paró los relojes en 55.00, 3.02 menos que Farfán y 2.36 que Niño.
Era lo que la afición reclamaba. Un campeón joven -tiene 25 años-, un campeón distinto, de las nuevas generaciones, con un nombre que no estuviera ligado al pasado. Solo había que aguardar con paciencia y esperar que alguno de esos talentos que andan por ahí en las carreteras labrándose un futuro mejor aprovechara la oportunidad. Bien, ese es Julio César Aguirre.
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