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Memorando al presidente Uribe

El ministro Carrasquilla entrega la economía en buenas condiciones. El juicio futuro sobre su gestión será, sin duda, positivo. Pero la tarea para el nuevo ministro no va a ser fácil.

La economía colombiana creció el año pasado a un ritmo jamás esperado. Los
datos definitivos van a arrojar una sorpresa importante. El Banco de la
República contempla una cifra alrededor del 6,5 por ciento y algunos
analistas internacionales proyectan 7,1 por ciento. El consumo interno se
expandió a una tasa del 9 por ciento y la inversión, por encima del 20 por
ciento. La industria está trabajando a “plena” capacidad.
La inflación del 2006 se ubicó por debajo de la meta del 4,5 por ciento. El
desempleo tuvo que haber descendido, así la estadística diga otra cosa. Y,
de acuerdo con los resultados de la encuesta de Invamer-Gallup, analizados
por el gerente de esa firma, “por primera vez en la historia, la mayoría de
los hogares (51 por ciento) dice que su situación está mejorando”. En
diciembre de 2006, el 18 por ciento de los hogares de las cuatro principales
ciudades afirmaron que les estaba yendo peor en diciembre del año anterior,
cuando en el mismo mes de 2001, el 49 por ciento decían que ese era su caso
(EL TIEMPO, enero 27 de 2007).
El Ministro saliente argumentará que deja las finanzas públicas en
equilibrio, por cuanto la operación del conjunto del sector público en el
2006 probablemente arroje superávit y el déficit del Gobierno central sea
inferior al proyectado inicialmente: más cerca del 4 por ciento que del 5
por ciento del PIB. Con un crecimiento económico así, los recaudos de
impuestos se incrementaron de manera sustancial y las privatizaciones
–Ecogás y Bancafé, entre otras– generaron recursos fiscales extraordinarios.
La balanza de pagos muestra una fortaleza inusitada, aunque su cuenta
corriente exhiba un déficit creciente. Los flujos de inversión extranjera
hacia Colombia batieron récord. La tasa de cambio se encuentra, por lo
mismo, en un nivel similar al de finales del 2000.
El sucesor del ministro Carrasquilla encontrará una producción de bienes y
servicios muy dinámica. La economía de Estados Unidos está aterrizando de
manera “suave”, el crecimiento mundial continuará a un ritmo elevado y los
precios de los productos básicos serán favorables para los países en
desarrollo. Por eso, el incremento del PIB en el presente año podría ser del
6 por ciento en Colombia y cumplirse de nuevo la meta de inflación. Esto
implica ineludiblemente tasas de interés más altas.
¿En dónde está el problema para el nuevo ministro? En que el alto
crecimiento de la economía trae consigo un aumento de las importaciones y un
mayor déficit comercial y de la cuenta corriente de la balanza de pagos, que
se cubre con flujos de capital, particularmente de inversión extranjera
directa. Lo que, sin embargo, tiene un límite. Pero, por ahora, los dólares
seguirán entrado masivamente y habrá fuertes presiones hacia la revaluación
del peso. En estas circunstancias, la coordinación entre la Junta del Banco
de la República y el Ministro de Hacienda es más necesaria que nunca, y el
manejo de la política fiscal es crucial.
La receta para hacer frente a una situación de esta naturaleza es que el
Gobierno central y el sector público generen un superávit en sus cuentas y
coloquen sus excedentes en dólares en el exterior. Hay que evitar nuevo
endeudamiento externo y, más bien, pagar deuda en moneda extranjera. Solo
así se puede evitar una revaluación más aguda. Al Gobierno le toca actuar en
contra del ciclo y no echar leña al fuego. Si no lo hace, terminaríamos en
una crisis económica con alta inflación y devaluación acelerada del peso.
Son los problemas de los períodos de auge. Porque la estabilidad económica
implica sacrificar unos objetivos para lograr otros. Es algo que usted,
Presidente, debe comprender si quiere que la herencia de Carrasquilla se
conserve y que su nuevo ministro de Hacienda permanezca en el cargo por otro
buen rato.
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