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ISABEL EN LAS TIERRAS DE NICOLÁS

Esperada desde hace 34 años en Rusia y no sin un par de codazos diplomáticos, fue recibida a cuerpo de rey por el Kremlin la Soberana, Por la Gracia de Dios, del Reino Unido de Gran Bretaña, Irlanda del Norte y Demás Posesiones y Territorios del Reino y Defensora de la Fe Elizabeth II, más conocida para nosotros, tristes mortales, como la reina de Inglaterra. Envuelta en las nubes de la monarquía inglesa, sin embargo, le bastó pisar suelo ruso para verse de golpe en tierra. En el aeropuerto no la recibieron el martes ni Yeltsin, que no recibe a nadie, ni el primer ministro, que debía hacerlo pero decidió no interrumpir sus vacaciones.

Alvaro Sierra
En el camino al Kremlin le debieron haber contado que la prensa moscovita ventilaba a página desplegada la biografía del príncipe Carlos que ha sumido a la realeza británica en una de las peores crisis de su historia.
Pese a todo, la visita ha sido extraordinaria y es algo así como la bendición final del capitalismo occidental a Rusia post-comunista. Kruschev en 1960, Gorbachov en 1989 y Yeltsin en 1992 la habían invitado en vano. Para ella este era el país donde fusilaron sin juicio a su pariente Nicolás, cabeza de la dinastía Romanov depuesta por la revolución de 1917, y a toda su familia. Venir, entonces, habría sido de muy mal gusto.
Ahora, los comunistas que sucedieron a los comunistas renegaron de sus antecesores, reivindicaron al zar e insistieron en la invitación. Y la reina vino a pasar cuatro días en Moscú, adonde llegó por aire, y San Petersburgo desde donde se irá zarpando en el yate Britannia.
Detalles de cortesía
La visita es de Estado, es decir del máximo rango. Tres meses se pasó la oficina de protocolo de Yeltsin cuadrando desde el color de las rosas amarillas que el presidente le dio el martes a la reina en el Kremlin (a tono con su sastre) hasta explicando a funcionarios rusos de alto rango que ningún ciudadano que no pertenezca a la Comunidad Británica puede hacer la venia a la soberana y debe contentarse con un leve apretón de manos. También quedó claro que es de mal gusto decirle más de una vez Su Majestad y que hay que limitarse al escueto y muy inglés ma am (por madame).
Con la reina y su esposo el Duque de Edimburgo (que la embajada aconseja formalmente no llamar Duque sino sir ), vinieron el ministro de Exteriores, el Secretario Privado de Su Majestad, 12 consejeros de relaciones exteriores, los choferes de dos Rolls Phantom VI 1960 y 1977 que moscovitas asombrados vieron deslizarse raudos por la avenida Leninski y uno de los cinco aviones del hangar real.
Los sitios que va a visitar la soberana fueron objeto de una vigorosa repasada. Las veredas de la avenida Tverskaia fueron repavimentadas. La escuela 20, fue totalmente reparada. En la Plaza Roja no hay en estos días ni una hojita microscópica, pese a ser otoño. Hasta el mármol de la Tumba del Soldado Desconocido resplandece.
El pasado de Yeltsin
Primera y ultima vez que Rusia ve a la reina de Inglaterra pues ésta solo viaja una vez a países que no pertenecen a la Comunidad. Y aunque la reina tendrá actividades de reina (supervisar paradas, función del Giselle en el Bolshoi, representación infantil del Hamlet en una escuelita que enseña inglés, miles de flores, dos charlas con Yeltsin, entre otras), el solo viaje, al igual que toda su sola existencia, es todo un hecho político.
El primer ruso en ir a Inglaterra fue Iván el Terrible, en 1553. Y el primero que recibe una reina inglesa es precisamente el mismo que ordenó hace más de una década demoler en una eficiente noche, por orden de Moscú, la casa donde fue ajusticiada la familia del zar Nicolás II.\ Yeltsin era entonces primer secretario de la región de Sverdlovsk, hoy Ekaterinenburgo, donde estaba la casa.
Las cosas de la vida: la muerte violenta de sus parientes zaristas demoró 34 años la visita de Elizabeth II a Rusia; y cuando por fin llegó, la recibe justo el que demolió el último vestigio material del hecho.
Alvaro Sierra
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