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VIVIR PARA COMER ¡La guerra del perejil!

Si tuviera que escoger un producto para llevar conmigo a una isla desierta, no serían ni trufas ni caviar ni foie gras. Olvidaría la champaña o el vino Vega Sicilia. ¡El elegido sería el perejil liso, la más humilde y útil de las hierbas!

Me es imposible cocinar sin su presencia. El crespo no me sirve, tiene que
ser el liso. Al picarlo, tiene el color de una esmeralda fina, un verde
intenso que sirve mucho al decorar, sobre todo en casa. Apenas está picado,
se llena la cocina con un olor fresco del Mediterráneo. Su sabor es sutil
pero pleno. No hay una hierba que combine tan fácil con todo.
No solo evoca el Mediterráneo, lo usamos bastante en la cocina
latinoamericana; y en el norte de Europa, ni se diga. En mi niñez, en una
isla pequeña perdida en el Atlántico norte, era la única hierba que sembraba
mi mamá.
Cuando voy al mercado en Bogotá, lo compro en cantidades. Una parte va en un
florero y otra va a la nevera envuelta en papel cocina húmedo y en una bolsa
plástica. Su ausencia en el mercado es suficiente para entrar en furia y
angustia: ¡me hace correr de mercado en mercado en busca de mi amada!
Hace un par de semanas, cuando llegué a mi isla, en la mitad del Atlántico,
en pleno inverno, fui al mercado a comprar los ingredientes que necesitaba
para cocinarles a mis papás y a mis amigos. Y ¡no había! Lo busqué con
desespero y cuando lo encontré miré el precio: ¡0,99 libras esterlinas por
25 gramos! O sea, 168 mil pesos colombianos por kilo. ¡Qué precio tan
impresionante! Me hizo pensar en la guerra contra las drogas liderada por
Estados Unidos y Colombia, que tiene el objetivo de acabar con el negocio de
vender drogas en las calles de Nueva York y los Ángeles.
También pensé en el Plan Nacional de Desarrollo Alternativo (Plante), que
busca sembrar cultivos alternativos a la coca, con valor agregado. La
verdad, es que el campesino, responsable de la siembra, es quien menos gana
en la cadena de producción, pero no es fácil encontrar con qué remplazar la
coca, que tiene un valor alto en el mercado. Hasta ahora, el producto más
interesante y exitoso ha sido el palmito, que es delicioso, bien presentado
y costoso. Francia propuso que la comu-nidad internacional compre estos
productos con subsidio.
¿Qué tal que exportáramos perejil y las demás hierbas que tenemos en el país
y que, además, crecen con facilidad? ¡Casi se puede decir que son maleza!
Para lograrlo, necesitamos una marca internacional para identificar nuestros
productos. También hay muchas frutas que tienen porvenir. He encontrado
tomates de árbol a 5.000 pesos colombianos la unidad. ¡Qué tal un jugo! Un
paquete de uchuvas vale 15 mil pesos. El problema es que los compradores en
po-tencia no tienen ni idea de qué hacer con ellos.
Es mucho lo que tenemos para ofrecerle al mundo. Productos que pueden hacer
toda la diferencia. Para tener éxito necesitamos una figura de marca estilo
Juan Valdez. Hay un gran potencial para hacer substitución de cultivos con
facilidad. Imposible que nos declaren la guerra al perejil.
vivirparacomer@eltiempo.com.co
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