Pinochet fue el títere que utilizaron los norteamericanos, y en especial un sanguinario titiritero como Henry Kissinger. Hoy es reconocido que los E.U auspiciaron el golpe para sacar del poder a un presidente que nos gustara o no fue legítimamente y limpiamente elegido, pero parodiando a Debray hay algo que la burguesía tiene muy claro, puede que la izquierda gane las elecciones, pero lo que no pude compartir es el poder de las armas.
Luego de deponer al Presidente se dedicó a eliminar a sus posibles simpatizantes, comenzando por quienes consideraba los más inteligentes como el canciller Orlando Letelier, un militar brillante a quien le gustaba la música y el teatro. Lo volaron literalmente en un carro con la ciudadana norteamericana Ronnie Moffitt. Aquí los gringos no se han mostrado tan intransigentes en la defensa de sus nacionales, aunque en 1976 ya las investigaciones señalaban a Pinochet y su Dirección de Inteligencia Nacional como la responsable del crimen.
Luego de 17 larguísimos años de haberse dedicado no sólo al asesinato sino al saqueo en beneficio propio, comenzaron los enredos en el exterior a causa de la justicia espectáculo, a la que nos acostumbró por un tiempo el juez español Baltasar Garzón, quien lo juzgó por terrorismo y genocidio según consta en el sumario 19/97 P.S. del Juzgado número cinco de la Audiencia nacional de Madrid, donde puede revisarse una breve lista de las víctimas.
Para eludir la justicia tuvo que posar de orate y casi nos lo pintan con ojos espiralados para que el resto del mundo se tragara el cuento hasta cuando por razones de salud se le envió a su país donde, desde luego recuperó la cordura y fue abrazado por otros militares que tenían por qué compartir la alegría del ahora ex lunático.
Pero su actividad delictuosa no se limitó al asesinato. Junto con su esposa e hijos los procesaron por el fraude al fisco y que explicarían las millonarias cuentas secretas que tuvo durante décadas en el Banco Riggs de E.U., según el Canal Sur Web de Andalucía.
Pero la historia le cobró de alguna manera parte de la deuda al tener que ver en la primera magistratura a una mujer, hija de una de sus víctimas, quien tuvo todos los quilates para darle con la puerta en las narices a los enviados de la familia y decirle que como jefe del Ejército que los honores se los hagan sus cómplices, pero que hacérselos a nombre del Estado sería una vergüenza. Conclusión: sí hay muerto malo y este se murió la víspera.
Alvaro Ramírez, Profesor Universidad de Los Llanos