Inclusive se hablaba de Cristina Fernández (esposa de Kirshner) en la Argentina. Y, además, se decía que en Colombia existía un grupo excelente de mujeres de Estado: por cierto, una de ellas, talentosa y carismática, ya conoce las peripecias de dos campañas presidenciales libradas en primera persona.
Ahora, acaba de sumarse en Francia, en nombre de un socialismo renovado, Ségolène Royal: bella, elegante, elocuente, egresada de la Escuela Nacional de Administración, cuna de la gran mayoría de los dirigentes franceses -incluyendo a los presidentes de la V República, salvo De Gaulle y Pompidou- compañera del secretario general del Partido Socialista, Francois Hollande, con quien tiene cuatro hijos, cuyo triunfo electoral interno frente a Laurent Fabius (fue premier a los 36 años) y a Strauss- Kahn (social demócrata) dan la medida de sus condiciones de gran líder.
Royal acaba de coronar, victoriosa, una difícil batalla contra los elefantes (término con el que se distingue a los prohombres de su partido) que inútilmente intentaron detenerla a través de dos lemas necios: las elecciones no son un concurso de belleza y quién cuidará a los niños. Con su propuesta de girar hacia una democracia participativa y ante temas tan espinosos como la Constitución Europea ha respondido con habilidad que lo que diga el pueblo, lo mismo que frente al delicado tema del ingreso de Turquía a la UE. Se ha cuidado, también, de mantener paralelismo ante la aparición en los E.U. de una dura, Nancy Pelosi, en su repudio en la guerra en Irak.
Los perfiles de Merkel (1954), Bachelet (1951) y Royal (1953) tienen características y contrastes fuera de lo común. La alemana, hija de un pastor luterano, se crió bajo la dictadura del proletariado en la Alemania Comunista y sobresalió como estudiante de física en una universidad de Berlín Oriental. La chilena es médica, fue torturada durante el régimen pinochetista, su padre estuvo preso por su condición de militar de izquierda y murió como consecuencias de las vejaciones recibidas en la cárcel. La Merkel no conoció a Hitler y, en cambio, la Bachelet fue víctima del genocida austral. Royal es, también, hija de militar, aunque con la inmensa ventaja de haber sido brillante ministra de uno de los grandes europeos del siglo XX, Francois Mitterrand, durante su reinado de catorce años. Las tres han impedido siempre que su acción política interfiera o invada sus territorios personales y sin ser feministas cuentan con un discurso consistente en lo relacionado con los géneros.
Conclusión: ante el desempeño exitoso de la mujer en las alturas del poder se puede deducir que la misoginia en política, por fortuna, es hoy un capítulo vergonzoso y archivado de la historia, al menos en Occidente. Sobre todo porque su presencia garantiza transparencia y la eficacia en una sociedad que requiere rehacerse, urgentemente.
Ex ministro delegatario y ex embajador en E.U.
"Su presencia garantiza transparencia y la eficacia en una sociedad que requiere rehacerse, urgentemente.