¡Hola !, Tu correo ha sido verficado. Ahora puedes elegir los Boletines que quieras recibir con la mejor información.

Bienvenido , has creado tu cuenta en EL TIEMPO. Conoce y personaliza tu perfil.

Hola Clementine el correo baxulaft@gmai.com no ha sido verificado. VERIFICAR CORREO

icon_alerta_verificacion

El correo electrónico de verificación se enviará a

Revisa tu bandeja de entrada y si no, en tu carpeta de correo no deseado.

SI, ENVIAR

Ya tienes una cuenta vinculada a EL TIEMPO, por favor inicia sesión con ella y no te pierdas de todos los beneficios que tenemos para tí.

Archivo

¡Sacerdote para siempre!

Si publico de nuevo esta columna, que escribí cuando cumplí 25 años, lo hago en confirmación de todo su contenido. Hace 50 años se me coló este gozo por toda el alma y no me ha abandonado un instante de mi vida: ¡soy sacerdote para siempre!

Permítanme que los haga partícipes de mi alegría. Deseo que se regocijen
conmigo para que me ayuden a darle gracias a Dios por este sol que hace ya
50 años alumbra mi oscuridad y calienta todos los rincones de mi geografía
interior.
Todo empezó una mañanita de diciembre de 1956, aparentemente lejana, pero me
parece que fue ayer, cuando el Espíritu de Dios irrumpió en mi conciencia
para configurarme interiormente a Cristo Sacerdote.
Entonces, con las manos sobre mi cabeza, pronunció el obispo estas palabras:
“Eres sacerdote para siempre”. No sé expresarlo. No sé lo que entonces
sucedió en mi ser, si Cristo-Sacerdote entró en mí o yo en él. Solo
recuerdo, y lo vivo aún hoy más que ayer, que estamos presentes el uno al
otro, como jamás dos amigos, dos novios, dos esposos, se sienten, se
comunican entre sí. Desde entonces, mi vida entera cambió. Soy otro.
Cuando me acerco a un ‘hijo de hombre’ para convertirlo en hijo de Dios y
pronuncio sobre su inocente cabecita el rito inicial: “Yo te bautizo”, es
Cristo-Sacerdote quien lo dice, valiéndose de mis labios humanos y
pecadores. Cuando, frágil e impotente, alzo mi mano al cielo para impartir
el perdón de Dios sobre mi hermano pecador, es su voz misericordiosa la que
le dice al reo: “Yo te absuelvo...”. Cuando, al romper el alba, en la
asamblea dominical, calmo el hambre y la sed de mis hermanos con el Cuerpo y
la Sangre del Hijo de Dios, y exclamo: “Este es mi Cuerpo. Esta es mi
Sangre”, eres tú, Jesús-Sacerdote quien habla desde mi interior.
Nada, quizá, como la muerte del ser humano impacta tan profundamente mi
mortal existencia. La muerte de mi padre y, sobre todo, la de mi madre, que
me sorprendió adulto pero aún niño de corazón, arrancaron las lágrimas más
tiernas y abundantes de mis ya largos años de vida. He acompañado a muchos
amigos en el trance de su muerte, y allí es donde mi sacerdocio, perdón, el
de Cristo, le ha dado más sentido a mi vida y consuelo al morir de mis
amigos: “Yo soy la resurrección y la vida, les digo, perdón, no yo,
Jesucristo; quien cree en mí, aunque haya muerto, vivirá”.
Ser sacerdote es la experiencia más sublime que puede vivir un hombre sobre
la tierra. Es la experiencia que convierte la tierra en cielo, y la muerte
humana en vida de Dios.
El hombre, sobre todo el joven actual, dice que las mejores experiencias de
su vida las encuentra en el sexo, en la ciencia, en el poder... Si no
conociéramos los resultados de esas experiencias, hasta nos podrían
convencer. Convencen al niño, al ingenuo, al desprevenido. No saben aún que
no todo lo que brilla es oro; ni que no todo lo que se mueve y hace ruido es
vida verdadera, sino apariencia y engaño. No saben aún que se encuentra
mayor felicidad en dar que en recibir, en morir a uno mismo que en vivir
para el placer. No saben aún distinguir entre placer y felicidad.
Cincuenta años que han corrido veloces, dejando entre las entretelas de mi
espíritu la felicidad de compartir con los demás sus penas y alegrías, sus
éxitos y fracasos, su vida y su muerte.
Ser sacerdote es ser testigo de Dios en este mundo, es decirles a todos los
hombres que existe Dios, que está presente entre nosotros y que se llama
Jesús.
¡Qué haríamos en este mundo sin sacerdotes! Moriría el sol. La sonrisa
huiría de las caritas ingenuas de los niños y se apagaría la esperanza en
los rostros arrugados de los ancianos. La ilusión abandonaría el corazón
alegre de los novios, y el amor dejaría huérfanos a los esposos. La paloma
de la paz alzaría su vuelo hacia el Mar Muerto y las abejas trocarían por
acíbar su dulce miel.
Pero no. No alimentemos pensamientos tristes. Seguirá habiendo sacerdotes;
seguirá triunfando la vida sobre la muerte. ¡Jesucristo es Sacerdote para
siempre!
¿Y habrá alguien, todavía, que me pregunte por qué, hace 50 años, se coló
una inmensa dicha por los poros ocultos de mi espíritu?
icono el tiempo

DESCARGA LA APP EL TIEMPO

Personaliza, descubre e informate.

Nuestro mundo

COlombiaInternacional
BOGOTÁMedellínCALIBARRANQUILLAMÁS CIUDADES
LATINOAMÉRICAVENEZUELAEEUU Y CANADÁEUROPAÁFRICAMEDIO ORIENTEASIAOTRAS REGIONES
horóscopo

Horóscopo

Encuentra acá todos los signos del zodiaco. Tenemos para ti consejos de amor, finanzas y muchas cosas más.

Crucigrama

Crucigrama

Pon a prueba tus conocimientos con el crucigrama de EL TIEMPO