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Para leer dos veces

Hablemos de un drama nacional por el que muchos han ido a parar a un hospital, otros a la tumba. Son miles las que se han abierto por su causa. Dicen que se ha hecho más notorio en la Costa. Pero, en general, en el país miles de personas pueden haber tenido “relaciones peligrosas” y tal vez llevan ese secreto de vida o muerte entre pecho y espalda y no les han contado a sus familias ni a los organismos de control. No han querido delatar.

LUIS NOÉ OCHOA
Ha llegado la hora de decir la verdad, pues por su culpa han muerto personas
a las que en un momento cogieron con los pantalones abajo. Muchos de los que
hoy están en algún centro de reclusión lo hicieron por plata, otros por
“culiprontismo”, por ganas de pasarla rico, por amistades non sanctas,
porque se vieron obligados, o incluso lo tuvieron que hacer amenazados.
Muchos más porque en su momento no se protegieron. Esta epidemia nacional es
culpa de las ganas desaforadas por ciertas posesiones y, en otros casos, por
ciertas posiciones.
Pero hay que atajar el mal. Porque se dice que más de 70 mil personas en
Colombia pertenecen a ese triste grupo, o en algún momento han tenido
relaciones y encuentros fatales. Y que le han hecho un hueco enorme al
fisco, especialmente a la salud. Tan grave es la situación que ha llegado a
nuestro Congreso Nacional, donde se ha debatido.
Este drama, en la mayoría de los casos, es culpa del famoso e irresistible
polvo que nos lleva al paraíso en un momento, pero que ha costado tantas
muertes. La vida en los centros de reclusión, así nos frunzan La Ceja, es
más llevadera que escondida, tragándose las lágrimas, sin saber en qué curva
se sale la guadaña. Cuando seres queridos, hombres, mujeres y niños han ido
a parar a la tumba por causa de este flagelo, es difícil perdonar. Pero hay
que hacerlo.
Para muchos es complicado y penoso contar dónde lo enterraron, pero solo eso
llevará a la verdad y a la paz del alma, antes de ir a la de los sepulcros,
así duela decirlo. El ideal es que quien haya caído, diga la verdad. La
verdad, política o social, aunque duela, puede salvar vidas, puede
devolverles la esperanza a miles de seres. Por eso se debe hacer un examen
nacional y el Gobierno tiene toda la responsabilidad en esto.
Uribe lo ha pedido. Bueno, todos lo hemos pedido, porque es una condición
humana. Pero hay que hacerse un examen, porque saber la verdad es urgente.
También una política de Estado. Hay que mirar, por ejemplo, la experiencia
de Zimbabue, que ha tenido un descenso en los “positivos”. No porque la
gente haya dejado de ser zinbabuenza, sino porque ha habido conciencia y
decisiones estatales.
Pero este no es solo un problema de los gobiernos. El papa Benedicto XVI
sabe que en el mundo hay unos 40 millones en peligro de muerte por causa de
ese polvo maldito. La Iglesia, como mediadora, no solo ante Dios sino ante
los hombres, tiene mucho que ver. No solo debe hacerse cruces. Debe hacernos
el cruce de interceder por nosotros ante el papa Ratzinger, a ver si la
Santa cede. Me refiero a la Santa Madre Iglesia, para –y dije al fin la
palabra ‘para’, que está de moda– que haya una mayor protección, para que le
dé vía libre al uso del condón. Porque la terrible epidemia de sida a la que
me vengo refiriendo no siga avanzando en nuestro país, donde cada día se
presentan ocho “positivos” y por cuya culpa, diariamente también, estamos
despidiendo por siempre a cinco colombianos.
Aquí padecemos muchos dramas. El lector pudo imaginarse otro, por lo cual
ojalá relea esta nota. Hablo del sida, cuyo día mundial se conmemorará el
próximo viernes, uno de los más dolorosos y ante el cual no se puede
recular. En el amor, como en la política, hay que protegerse, o no darse “el
gustico”, como dice el Presidente. Sin condón, ni pío.
luioch@eltiempo.com.co
LUIS NOÉ OCHOA
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