Como era de esperarse, aquella propuesta despertó interés, porque los bonos estaban completamente desvalorizados; y hubo un súbdito italiano, don Antonio B. Gulfo, que durante años se había dedicado al deporte de comprar, por míseras lupias, aquellos papeles, de los que tenía atesorados muchas cantidades, y enseguida encontró el medio de utilizarlos en forma altamente productiva, haciéndose presente en el remate, al que acudió acompañado de un sirviente que llevaba un baúl lleno de bonos; y así, sin competencia de importancia, se adueñó de toda aquella inmensa propiedad. Dentro de la cual, se dio sus mañas, a la hora de fijar linderos y correr cercas, para que quedase el Castillo. A quién podían importarle aquellos escombros? Y así quedó la cosa, hasta que vino el sitio de Gaitán Obeso en 1885, y la revolución ocupó aquellas alturas para emplazar allí el famoso cañón llamado el Vigilante , y desde allí, con esa arma, desentecharon los radicales a media ciudad. Luego San Felipe sí servía todavía para algo. Y empezaron a salir entonces gacetillas, en El Porvenir, protestando contra Gulfo, y sobre todo, contra un negocio de extracción de arcilla que este señor había montado en la misma base del cerro, cosa que amenazaba su estabilidad.
La opinión pública se excandeció, y, al cabo, Gulfo no tuvo más remedio que poner la cara como ahora dicen ciertos funcionarios cogidos in flagranti , y ceder en forma graciosa, incondicional e irrevocable así dice la escritura pública en favor de la República de Colombia, toda la parte del cerro que sirve de base a la fortaleza o castillo nombrado San Felipe de Barajas incluyendo las escarpas y las faldas del cerro donde se encuentra la nombrada fortaleza... .
Así, pues, hoy los colombianos somos dueños del Castillo de San Felipe gracias a un comerciante italiano, y no a la Madre Patria; o sea que en esto nos sucedió ni más ni menos que como algunos sostienen en relación con el Descubrimiento del Nuevo Mundo, que dizque no se le debe ni a Colón, ni a España, sino a un comerciante italiano establecido en Sevilla, muy inteligente y medio embustero, que vino a estas tierras casi en calidad de simple turista, y se llamaba América Vespucio.