Saben que aparece cuando una caravana de camionetas 4 x 4 con vidrios polarizados atraviesa las destapadas carreteras de Boyacá. De ellas salen gruesos personajes con ponchos, sombreros y joyas. Menos visibles son las armas que portan.
Durante el Reinado Nacional de la Esmeralda, el pasado fin de semana, Carranza fue la gran celebridad.
De entrada parece apático, pero rápidamente se muestra afable. A las reinas y a los periodistas invitados les abrió las puertas del corte Puerto Arturo, como llaman el lugar de las minas que está en producción. Sin autorización, nadie pasa.
Carranza, a diferencia de sus escoltas, no ostenta lujos. Viste bluyín y camisa a cuadros desabrochada. Con una mirada explora la zona.
No tuvo reparo en coger su traje de combate, botas, casco y un poncho. Se internó a 154 metros de profundidad con los invitados.
Y como cualquier guía, con pica y pala encabezó el recorrido por la mina.
En cada nivel varía la temperatura hasta convertirse en insoportable. Al zar eso no lo afectó.
Explicó los pormenores de las excavaciones bajo tierra y habló de la piedra verde que le ha dado dinero y nombre. Al salir del túnel, con su ropa trajinada y pintada de negro por la mina, dio lugar a una fotografía que nunca se ha visto del que es considerado el zar de las esmeraldas.
Tomó un puñado de estas piedras, las lavó y dejó en sus manos solo algunas (ver foto de primera página).
¿De esta veta cuánto se gana usted? le preguntaron.
No contestó nada. Solo sonrió.
Entre lo que para los presentes eran piedras valiosas, Carranza comentó que tan solo 3 ó 4 servían, por talla, color y pureza.
El residuo, nada despreciable, lo dejó como regalo para los invitados (ese mismo día, uno de ellos vendió su pepita en dos millones de pesos).
Para los mineros, el patrón es algo así como un signo de buena suerte. El día que aparece saltan de felicidad. Saben que hay esmeralda. Eso sí, nadie se atreve a comentar las sindicaciones del pasado sobre secuestro y paramilitarismo, que lo mantuvieron tras las rejas cuatro años.
Luego, dejó la mina para encabezar una cabalgata, acompañado de una mujer exuberante. Se detuvo a escuchar una canción que le dedicó una parranda vallenata y tomó cerveza. Otra vez sonrió.
Entrada la noche llegó el momento de la coronación de la tercera Reina Nacional de la Esmeralda. Los padres del reinado, Mauricio Bermúdez, hombre de confianza del zar, y Yadira Pineda, hija de un esmeraldero, sueñan con buscar a la Juan Valdez de las esmeraldas para que, al igual que el ícono cafetero, se convierta en la mejor imagen de la zona.
Llegada la noche, el poderoso y temido zar ya se había tomado varios tragos de néctar y subió al escenario para dar un discurso que dio inicio a la gala. Perdón por la organización y modestia del evento. Esto antes ni soñarlo. Por eso para nosotros tiene un valor sentimental. Espero que no sea la primera vez que nos acompañen y sobre todo que vengan y comprueben que no es cierto lo que dicen de nosotros, dijo.
La reina de Macanal, Lady Paola Latorre Contento, fue la ganadora.
Enseguida, el patrón la llamó para felicitarla cariñosamente. Y para los asistentes fue un símbolo de que la paz entre oriente (donde queda Macanal) y occidente (zona de influencia histórica del zar) se estaba consolidando