Ahora, al término de la etapa básica, solo cinco exploradores sobreviven ; los mismos que, milímetro a milímetro, analizaron, fotografiaron, trazaron y se desconcertaron con la deteriorada y agredida fisonomía actual de esos 17.854 metros cuadrados construidos y reconstruidos a través de 81 años, que incluyeron desde bancarrotas y demoliciones hasta décadas de abandono de la obra durante las cuales se convirtió en letrina y una guerra mundial.
Los aventureros un grupo de arquitectos dirigidos por el restaurador colombiano especializado en Italia Guillermo Trimiño, quien lleva barba blanca y rasgos de artista florentino no cesan de hablar de sus escaladas y deslizamientos por los recodos de socavones, pasillos e imponentes formas elípticas.
Día tras día se desplazaron, como topos, tanto Trimiño como Enrique Milanés, Gilberto Torres, Pablo Malo y Oscar López, por el perfil de columnas jónicas, vitrales, balaustres, vigas, claraboyas, arcos, yeserías. Hoy los entusiastas arquitectos uno de los cuales quedó un día colgado de una cuerda de 18 metros en el Salón Boyacá, y otro tuvo que llamar a los bomberos al darse cuenta de que estaba a punto de caerse una cornisa de la fachada, a la altura de la entrada del Senado, hablan de su expedición. Un tugurio Y se lamentan. Porque descubrieron según dicen, un injustificable abandono arquitectónico y la tugurización del Capitolio. Mediante más de 220 minuciosos planos, revelan ahora una radiografía de la estructura del hacinamiento y el descuido.
El Capitolio es un tugurio. Es absurda la invasión de sus espacios públicos. En cubiertas puede encontrarse desde tejas de barro, hasta de asbesto, zinc, plásticos, vidrio, palos amarrados con alambre, como en cualquier tugurio. Hay cosas tétricas en improvisaciones y subdivisiones. Solo pintan goteras! Mandan construir baños, poner antenas y hacer instalaciones eléctricas en oficinas sin estudio previo. Hay un caos hidráulico y eléctrico. Es un milagro que aquí no haya habido últimamente un incendio , dice, perplejo, el arquitecto Trimiño, contratado por la Fundación para la Conservacion y Restauración del Patrimonio Cultural Colombiano, entidad contratada a su vez por el Fondo de Inmuebles Nacionales, dependiente del Ministerio de Obras Públicas. La invasión Los exploradores aseguran que la parte correspondiente a la Cámara es la que ha sufrido mayores intervenciones. De la estructura del tercer piso del Capitolio, un setenta por ciento no corresponde al diseño original y, en general, más del cuarenta por ciento de la edificación se improvisó. Así lo calculan Trimiño y su equipo, que catalogan de payasa la fisonomía actual del monumento que fuera el sueño más persistente, ambicioso y simbólico del siglo XIX en Colombia.
Planeado por iniciativa del general Tomás Cipriano de Mosquera, tenía como fin ser la sede del Congreso, la Corte, el Tribunal de Cundinamarca, la Presidencia de la República y las cuatro secretarías del poder ejecutivo: Gobierno, Relaciones Exteriores, Mejoras Internas, Guerra, y Hacienda. Hoy, el diseño del arquitecto danés Thomas Reed es un rezago o rompecabezas; entrar y salir del Capitolio puede ser todo un laberinto. Han sido construidas oficinas hasta en los descansos de las escaleras, y se han privatizado pasillos. Además, urbanizaron dos de los tres patios originales de la edificación.
La oficina del senador Rodolfo Segovia, que antes pertenecía a Horacio Serpa, se encuentra en el descanso de las escaleras entre el segundo y el tercer piso del Senado. Claro que para darle un poco más de amplitud, un piso en falso o entrepiso fue construido en un área que, según Trimiño, permitía la entrada de luz al edificio. Tan notoria es la improvisación o adefesio arquitectónico que frente al escritorio de Segovia se puede ver, a unos cuarenta centímetros de altura del piso, la prominente estructura de la cornisa o parte superior de la que fue una puerta de la segunda planta.
Continuando el recorrido, al subir del segundo al tercer piso es posible tropezarse en el descanso de las escaleras con la puerta de la oficina de las mecanógrafas de la corporación. También se encuentra en un descansillo la oficina de trabajo social. Y, al llegar al tercer piso de la Cámara, después de caminar por sus levantados pisos de madera a lo largo de un desnivelado y humedecido corredor que, según los arquitectos, va para arriba , es posible divisar un ex pasillo, hoy cerrado con vidrios oscuros e invadido de salas de recibo de la entapetada Comisión Cuarta de la Cámara. Caso tras caso Claro que no es la primera vez que la estructura del Capitolio es víctima de abusos. Tras uno de los períodos de suspensión de la construcción, en 1871, el arquitecto Francisco Olaya, discípulo de Reed, reanudó los trabajos, pero alteró los planos y al ser denunciado por fallas en la construcción fue necesario demoler estructuras como las de las dos cámaras.
También son evidentes otras fallas actuales: al entrar a la improvisada oficina de servicios generales de la Cámara en momentos en que caía un aguacero, fue posible notar goteras que caían por todas las paredes (la oficina no tiene una ventana).En el segundo piso de la Cámara se encuentra un corredor clausurado que sirve hoy como sede del Fondo de Empleados. Pero aún peor es el caso de la sección del almacén de la Cámara en el tercer piso. Está incrustada entre la cubierta o techo del segundo piso y el cielo raso. Tiene increíbles sobrepesos! Los cimientos no están preparados para tales cargas , insiste el arquitecto.
En otro pasillo de la tercera planta del Senado, entre tanto, se ve un salón o cajón de madera construido para servir de laboratorio de fotografía. Tampoco tuvieron inconveniente en edificar un set de baños para caballeros en el espacio de un patio, a nivel del segundo piso del Senado. Al frente del mismo según Trimiño, fue tapada una escalera. Y, en ese mismo pasadizo, atravesaron cables de instalaciones eléctricas sueltas.
La expedición avanza ahora por un pasadizo exterior que comunica al Senado con la Cámara, en el cual cayó, del techo, un florón de yeso, debido al grado de putrefacción de la madera. Ahí quedó un hueco, rodeado de lamparones verdes.
Pero, según los arquitectos, las cubiertas o techos que están en peor estado son los del Salón Boyacá: Allí hay mucha humedad, las maderas están muy podridas , señala Trimiño. En el tercer piso del Senado se apoderaron de todo un pasillo y decidieron levantar paredes de concreto para dividirlo en varias oficinas, entre las cuales se encuentra hoy la de la Policía. Solución para entrar? Construyeron otro pasillo volando hacia el patio del edificio. Patio que ya no es patio: al asomarse por la ventana y mirar hacia abajo lo único que se ve son tejas (correspondientes a la invasión del piso inferior). Y al mirar hacia arriba el panorama no es más alentador: al lado de las figuras alegóricas con cara de águila y cuerpo de león, que simbolizan poder y coronan las esquinas del Capitolio, se destaca ahora una secuencia de antenas de televisión y cables.
Cabe mencionar que uno de los patios invadidos corresponde hoy, nada menos, que a la antesala del Salón Elíptico o sede social del Senado. Históricamente, allí debían quedar algunas fuentes. Cirugía de urgencia Los absurdos no cesan. En el segundo piso de la Cámara es posible ver muebles que sellan puertas. Inclusive, las gárgolas o desages en forma de serpentina que sacaban las aguas lluvias se encuentran taponadas.
Tras observar la secuencia de insensateces, se encuentra como algo positivo que es la primera vez que el Fondo de Inmuebles Nacionales, dirigido hoy por Marta Sánchez, se preocupa por ordenar un estudio integral del estado estructural del Capitolio, que fue incendiado por la chusma en 1948 y declarado monumento nacional en 1975.
Absolutamente todo fue medido. Pedazo por pedazo, cuadrante por cuadrante. Palo por palo. También dirigí varias tesis de arquitectos de la Universidad la Grancolombia sobre el tema. Este análisis no se había hecho nunca! , exclama Trimiño.
Supuestamente la exploración duraría tres meses, pero la complejidad del deterioro hizo necesario que los arquitectos se desvelaran allí todo un año. Tuvieron que arreglárselas , sin embargo, con el mismo presupuesto: 14 millones de pesos. No lo hicimos por dinero sino por amor al monumento , dicen.
Al revisar la radiografía del Capitolio e identificar todos sus dolores , el diagnóstico de Trimiño es que necesita ser operado con urgencia: Es como un enfermo grave de cáncer: por más de que se le maquille, lleva un grave mal por dentro .
Por ahora solo se han conseguido 230 millones de pesos para iniciar una restauración de la cubierta el próximo mes de enero, pero estos son insuficientes. Se necesitan más de mil millones de pesos para detener el monumental desastre del Capitolio.
Este edificio es el símbolo de Colombia en el mundo. Salvarlo tiene que ser una prioridad nacional , dicen Sánchez y Trimiño. El Capitolio clama por auxilio parlamentario .