De nada sirvió convertir el ISS en una entidad aseguradora, a semejanza de las EPS privadas, y separar de él a sus clínicas y centros de atención. De las siete Empresas Sociales del Estado (ESE), dependientes del Ministerio de la Protección Social, cuatro están quebradas. Ni la reestructuración de los gastos, ni la garantía que se les ofreció, al obligar al ISS a contratar de manera exclusiva con ellas los servicios de atención médica durante los primeros tres años, sacan la cara por tanto desacierto.
La escisión, un respiro temporal para el ISS, dio un alivio a la deficiente atención a los pacientes. Siguieron las demoras para otorgar citas médicas, las largas colas para exámenes y el incumplimiento en la entrega de medicamentos, esta vez a cargo de las ESE. Y esto a pesar de que el número de afiliados (y, por consiguiente, de pacientes) continuó en descenso por el éxodo a las EPS privadas que propició la Ley 100, tan combatida por quienes hoy recogen la siembra.
También es cierta la falta evidente de gestión del Estado. ¿Por qué la ESE Luis Carlos Galán y las otras dos de Bogotá arrojan utilidades de 17.740 millones de pesos, gracias a una notable mejoría de sus servicios, a una reorganización administrativa y a una racionalización en personal y compras, y las demás están en fila para ser liquidadas? Algo funciona mal en los esquemas de descentralización cuando las únicas ESE rentables son las de Bogotá. Y es que la ineficiencia la sindical y la oficial del Seguro Social ha envenenado, hasta matarlas, todas las propuestas de reestructuración que se han puesto sobre la mesa. ¿Será que estamos abocados a que la salud de los más pobres quede en manos del sector privado? ¿Es esa la salvación? Y en este desastre terminan pagando justos por pecadores: en lo que resta del año, hacen falta 400 mil millones de pesos para atender la salud de los afiliados. El error no es solo del Seguro. El Ministerio, inexistente por razones fiscales, parece más un obstáculo al derecho que les asiste a los colombianos más pobres de acceder a unos servicios de salud dignos y oportunos.
Hace casi dos meses, en un debate en la Comisión Séptima del Senado, el senador Dieb Maloof dijo que la crisis de la ESE José Prudencio Padilla, que atiende la Costa Atlántica, obedeció al atraso en los pagos que le debía el ISS por servicios prestados y por los cuales le adeuda aún sumas correspondientes a los años 2003 y 2004. El ISS, a su vez, no ha podido cancelar estas sumas porque no las ha recibido del Fosyga. Círculo vicioso clásico de ineptitud, desgreño y corrupción.
Lo cierto es que el Instituto y el cuasi-Ministerio no pasaron el cuatrienio. Las ESE nacieron en un entorno que hacía muy difícil competir con las EPS privadas. La experiencia de los últimos tres años demuestra que el problema le quedó grande al oxidado Ministerio, producto de una fusión que hace agua. Los deplorables resultados de esa fusión indican que al país le convendría restablecer un Ministerio de Salud dedicado integralmente a este sector, cuyo descuido es, literalmente, cuestión de vida o muerte para millones de compatriotas.
No falta sino que la reforma del sistema de salud la hagan los operadores privados