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Congreso: ¿por qué faltan oficinas?

Aunque el pasado 20 de julio tomó posesión de su cargo el mismo número de representantes y senadores que había en la legislatura pasada, curiosamente, hoy no caben en las oficinas destinadas para ellos en el Congreso.

Las razones son varias. Por un lado, las exigencias de los recién llegados
‘padres de la patria’ por tener oficinas más amplias y cómodas, y de otro,
los reelegidos que quieren mantener sus dominios y en algunos casos
expandirlos.
“El que tiene algo asignado, no le gusta, y quiere tener más”, dijo un
funcionario del Congreso al referirse a la distribución de estos despachos,
que realizan las mesas directivas.
Y es que como todo en la vida, hay unos con buena suerte y heredaron por
línea directa oficinas, como los hijos de José Name y Fuad Char, o Samuel
Moreno Rojas que se la dejó a su hermano Iván. Por paisanaje, el araucano
Manuel Caropresse se la dejó a Vicente Lozano.
Claro que no todas las herencias funcionaron. El ex senador Rodrigo Rivera
quiso dejarle su oficina a Germán Aguirre, su pupilo político, pero cuando
fue a entregársela, ya se la habían asignado a la ex ministra Cecilia López.
En cambio, hay otros que todavía deambulan por el Congreso sin saber en
dónde van a despachar. La situación llegó a tal punto, que muchos empezaron
a mirar salones emblemáticos del Capitolio como el de la Constitución y el
Luis Carlos Galán, para adaptarlos como oficinas.
En esa conquista de espacios estuvieron a punto de desaparecer las oficinas
de prensa del Senado y la Cámara. La primera casi queda en manos de la
senadora Martha Lucía Ramírez, y la segunda de la representante Fabiola
Olaya.
Y es que a la ex ministra Ramírez ni siquiera su brillante pasado le ha
servido (hasta ayer) para que le asignen un despacho.
Otra que no encuentra para donde irse es la senadora Gina Parody, quien como
representante ocupó uno de los mejores y más amplios despachos de la Cámara.
Ahora, no lo quiere soltar y el representante de Casanare, Efrén Hernández,
a quien le asignaron ese lugar, nada que la convence para que se la
entregue.
Pero el problema no termina en Hernández, sino que termina afectando también
a Orlando Montoya, quien ahora anda como judío errante, pues tiene asignada
la dependencia en la cual todavía está el casanareño.
Situación parecida vivió hasta el martes el representante Rubén Darío
Salazar, a quien le asignaron una oficina que no está acondicionada. Ni
siquiera tiene un teléfono.
Pero es obvio que cada uno quiere algo mejor, o por lo menos más grande. Una
oficina normal del Congreso es de unos 17 metros cuadrados, pero hay otras
que superan los 50 metros.
Dentro de las más amplias están las que tienen en la actualidad Gina Parody
y los senadores Luis Elmer Arenas, Carlos Ferro Solanilla, Mario Salomón
Náder y Mauricio Jaramillo. Sin embargo, con algo de envidia algunos
congresistas hablan de la que tiene Germán Vargas. Dicen que es fuera de
concurso.
Pero en el Senado argumentan que se le dio ese despacho por razones de
seguridad.
Como alternativa para que todos los congresistas “tengan el espacio que se
merecen”, la Cámara de Representantes adecuará una bodega del edificio
nuevo, donde construirá unos 20 despachos. Estarán listos en unos seis
meses.
Varias resoluciones
La situación ha sido tan complicada que la Mesa Directiva de la Cámara ha
expedido cinco resoluciones distintas para atender las veleidades de los
recién llegados. Y no se entiende cómo, si faltan oficinas, a unos les
entregaron dos. Según la resolución 1160 del 19 de julio, 93 representantes,
de los 166, tienen oficinas dobles.
Es más, para atender esos “requerimientos”, han tendido que desalojar la
Oficina de Planeación y Sistemas, la de Relatoría, la Comisión de
Ordenamiento Territorial y de Control Interno, entre otras.
Por los lados del Senado, el senador Armando Benedetti logró uno de sus
sueños, llegar a la Presidencia de esa Corporación, por lo menos en téminos
de oficina, pues allí le ubicaron su despacho.
Atrás quedaron los días, por allá en la década de los 90, cuando los
congresistas se atrincheraban toda una noche en las oficinas, y con cincel y
maceta derribaban paredes para ampliarlas.
Sin embargo, lo que hoy se está viendo es ni más ni menos que la
tugurización del Congreso. Esto, también como consecuencia de normas
legales. Antes de 1991 los congresistas trabajaban con dos empleados, pero
ahora la Ley permite que el Congreso les financie hasta 10.
De seguir así las cosas, el tunel que se construye para unir el Capitolio
con el edificio nuevo del Congreso, terminará sirviendo para albergar nuevas
oficinas.
93 Los representantes a los que la mesa directiva de la Cámara les asignó de a dos oficinas en el edificio nuevo del Congreso. En total hay elegidos 166 representantes.
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