Pero los novios no eran wayús, sino alijunas (blancos). Eliana Ríos Álvarez y Juan David Tamayo querían una boda diferente y por eso volaron el fin de semana pasado de Medellín a Riohacha, para cumplir su sueño.
A las tres de la tarde del sábado 17 de junio llegaron a la ranchería Iwouyaa, a unos 18 kilómetros de la capital de La Guajira. Allí fueron recibidos por la casta Abpushana, la familia que los adoptaría y sería testigo de su unión.
10 chivos, la dote Eliana, de 29 años, y paisa de pura cepa, los vio por primera vez hace seis años, en unas vacaciones en el Cabo de la Vela (Alta Guajira). Me llamó la atención la importancia que le dan a la mujer, dice.
Juan , de 39 años, y también paisa, simplemente deseaba casarse en una ceremonia distinta y cercana al sitio donde se enamoraron: el mar.
En la ranchería todo estaba listo. La víspera, los hermanos de Juan David habían comprado los 10 chivos que entregarían como pago de la dote a los familiares de Eliana.
Tres animales fueron sacrificados para ofrecerlos a los invitados y sus pieles servían como tapetes en la entrada de la enramada donde se selló el compromiso.
La novia apareció ataviada con una manta blanca ceñida a la cintura y calzando guaireñas (sandalias). Tenía el rostro adornado con figuras de un color rojo quemado que minutos antes le había pintado una joven indígena.
Juan, también con el rostro pintado, seguía con sus prendas de alijuna, pero lleva un sombrero como el que usan los palabreros, una mochila cruzada al pecho y guaireñas.
Sentados, muy juntos y con las manos entrelazadas, los novios escucharon ansiosos al palabrero, que en wayuunaiki su lengua nativa concretó el arreglo matrimonial con la vieja piache médico tradicional que representó a los parientes de Eliana.
Después los novios pronunciaron sus votos. Me comprometo con esta comunidad a respetar sus leyes y a seguir con su tradición, dijo él. Y Eliana: Yo me comprometo a seguir vinculada a esta familia que nos acogió y a traer a nuestros hijos para que conozcan la cultura wayú.
No hubo intercambio de anillos. En cambio, la piache les entregó un par de collares (contras) para que su unión perdure y quede libre de mala influencia. Ya como marido y mujer, Juan David y Eliana bailaron la yonna o chichamaya. Por lo menos eso intentaron. En el brindis no hubo champaña sino chirrinchi bebida fermentada de panela servido en totumas. La cena nupcial fue friche o chivo frito.
Pero a diferencia de los tradicionales parrandos guajiros la fiesta no duró varios días.
Todo porque los novios tenían que salir para su luna de miel en el Cabo de la Vela.
ASÍ ES EL PACTO Entre los wayús, el matrimonio es como un contrato económico entre las dos familias. El novio entrega una dote en ganado, caballos y tumas (piedras preciosas) a los parientes de la esposa. El arreglo es pactado con la mediación de un palabrero.
La petición de mano se realiza en la ranchería de la novia. Esa ceremonia se llama apajá, que significa estar oyendo.
El palabrero le dice al tío materno que alguien está interesado en la muchacha. Si la familia acepta, el novio y su padre reúnen lo que se exige en pago de matrimonio y lo entregan al padre de la novia.
DOS NUEVOS MIEMBROS DE LA FAMILIA ''Estamos muy complacidos de que estas dos personas que vienen de tan lejos hagan parte de nuestra comunidad. Cecilia Acosta, piache y líder de la ranchería.