Y no es que este proyecto, pionero en su tipo, haya sido ajeno a vaivenes y reveses en su ya larga historia. Basta recordar que el Grupo Andino recibió su primer golpe en 1976, cuando la dictadura de Augusto Pinochet decidió retirar de él a Chile por no compartir las condiciones establecidas entonces para las inversiones extranjeras, y que el Perú suspendió en 1992 sus compromisos con el programa de liberación, reasumidos cinco años después tras un acuerdo con los demás socios sobre la desgravación arancelaria. Esto sin contar las numerosas crisis generadas en todos estos años a causa del incumplimiento de las normas por algunos países miembros.
Ahora llega esta nueva mala noticia para la región andina y en especial para Colombia, que ha formado, junto con Venezuela, el eje de la CAN. Acabar con ella no es la mejor respuesta a las diferencias creadas por la negociación de los tratados de libre comercio (TLC) que han realizado Colombia, Perú y Ecuador con Estados Unidos, razón aducida por el gobierno de Caracas como el motivo de su decisión.
El presidente de Bolivia, Evo Morales, sorprendió en las últimas horas con su llamado a Chávez para que reconsidere su posición. Pero este pedido, unido al que hizo el mandatario boliviano a Colombia y Perú para que suspendan la firma de sus respectivos TLC con Estados Unidos, parece poco realista. La solución de la CAN no es enterrarla, como dijo Morales, sino impulsar una renovación en sus esquemas para armonizarlos con los cambios en las relaciones económicas de sus miembros con otras naciones o bloques de naciones.
La decisión venezolana no deja de ser contradictoria, pues hace solo nueve meses los países de Mercosur se incorporaron como miembros asociados a la CAN con miras a constituir la Comunidad Suramericana de Naciones, y aquella abrió también negociaciones con la Unión Europea. La salida de Caracas va en contravía de estas acciones. Pero, ante los hechos cumplidos ya se convocó para mañana una reunión de la Comisión Andina para examinar la carta de renuncia venezolana, hay que mirar con realismo los efectos del hecho.
Para comenzar, sus consecuencias no se sentirán antes de cinco años, plazo pactado para los casos de denuncia. Lo cual no implica que no se deban adoptar cuanto antes las estrategias para preservar, en el caso de Colombia, el importante comercio con el país vecino. El 10 por ciento de nuestras exportaciones (2 mil millones de dólares) van a Venezuela, mientras importamos de ella poco más de mil millones de dólares. Las dos economías son muy complementarias, por lo cual tiene mucho sentido fortalecer las relaciones comerciales. Para esto hay que pensar, desde ya, en un acuerdo bilateral, que ojalá preserve las condiciones favorables hoy consagradas en el marco de la CAN.
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