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Una mujer de oro puro

Extraordinario y admirable desde todo punto de vista el triunfo de María Luisa Calle en los mundiales de ciclismo de pista, que se disputaron en Burdeos (Francia) la semana pasada. Es un hecho histórico para el ciclismo colombiano y también por lo que representa para ella como deportista y como ser humano.

La gran pedalista colombiana logró colgarse la medalla de oro en el scratch
–una competencia de fondo en ciclismo de pista, de 10 mil metros– luego de
vencer a las 19 ciclistas más veloces del mundo. Victoria más notable aún
cuando esta no es precisamente la especialidad de María Luisa, pues su
fuerte son los 3.000 metros. Contra todo pronóstico ganó, jugándose hasta el
último aliento, junto a la aguerrida Gina Grain, una de las favoritas, con
quien luchó codo a codo en 16 de las 40 vueltas de la prueba. Al final, la
canadiense tuvo que rendirse ante su poder, su coraje y su determinación.
Un triunfo de lo más meritorio y digno de reconocimiento. No solo porque es
un golpe de pedal para el ciclismo colombiano, que está necesitando de estos
alicientes, sino porque es un más que justo premio al esfuerzo, a la
dignidad y al tesón de María Luisa. Con esta victoria logra relegar para
siempre ese amargo trance de la medalla de bronce que ganó limpiamente en la
prueba por puntos en los Juegos Olímpicos de Atenas el 25 de agosto del
2004. Otro magnífico triunfo para Colombia. Que María Luisa tuvo que
esperar, entre la ansiedad y la amargura, durante 15 eternos meses. Por
fortuna, o más bien, por justicia y por su convicción y lucha personal, el
Comité Olímpico Internacional le dio la razón: ella no se había dopado y el
bronce llegó a su cuello. Y a Colombia.
Esta nueva medalla del deporte de las bielas viene a brillar junto a las de
Cochise Rodríguez, en Varese (Italia), en 1971; a la de Marlon Pérez, en los
campeonatos mundiales de Quito (Ecuador), en 1994, y a la de Santiago
Botero, en la prueba contrarreloj, en los mundiales de Zolder (Bélgica). Y,
claro, a la suya propia, que también había conquistado en los Juegos
Bolivarianos de Quito, en el 2001.
María Luisa es un ejemplo de tenacidad, que marca las páginas del deporte.
Seguramente, aún le entregará a su país nuevos frutos dorados, porque, con
esa garra que la caracteriza, tiene la mira puesta en las competencias del
mundo, respaldada en su condición y en sus exigentes entrenamientos. Bien
por esa, María Luisa, y que los vientos le sean favorables.
editorial@eltiempo.com.co
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