Doce horas después de ver cómo ardían los camiones de los que obtenían el
sustento, Pedro Antonio Loaiza y Berardo Betancurt seguían parados frente a
las llamas, como el perro que no abandona a su amo muerto.
Por:REDACCION EL TIEMPO
13 de abril 2006 , 12:00 a. m.
Eran las 7 y 30 de la noche del pasado martes, cuando los dos conductores
quedaron en un trancón en el kilómetro 53 de la carretera Manizales-Bogotá.
Se dirigían hacia la capital de Caldas.
Supieron que se trataba de un retén ilegal del frente 47 de las Farc cuando
les ordenaron apagar el motor y las luces. Bájese que le vamos a echar
candela a este h.p. carro, le dijeron a cada uno.
Entre tanto, seis guerrilleras repartían propaganda subversiva entre los
pasajeros de dos busetas de Expreso Bolivariano y Empresa Arauca, que
también fueron incineradas.
Paradójicamente, los 15 guerrilleros que montaron el retén no tenían
gasolina para quemar los carros y debieron sacarla de algunos vehículos
particulares que también retuvieron, pero no incendiaron.
En eso se demoraron media hora. Mientras tanto les suplicaba que no
quemaran la tractomula, que era el sustento de mis hijos y nietos; lo único
que me faltó fue arrodillármeles, narró Loaiza.
A pesar de las súplicas, los subversivos iniciaron las llamas con fósforos y
aunque ya habían cumplido su cometido no se marcharon inmediatamente del
lugar. Según Loaiza, estuvieron un rato, hicieron varios disparos al aire y
se perdieron en la oscuridad. La Policía y el Ejército llegaron a las 8 y 30
de la noche.