Ni puede Uribe ignorar que los pasados paros armados y los que vendrán después de Semana Santa, de cara a las presidenciales, demuestran la inutilidad de la estrategia de conquistar monte. Destinaron 18.000 hombres al Plan y a la hora de la verdad quien manda en esas regiones es el terrorismo de las Farc. Los mismos generales se quejan de que es sencillo hacer atentados y muy difícil evitarlos, o que la guerrilla no presenta batalla y, sin embargo, se niega a cambiar su forma de combatirla.
Sin olvidar que salvo Simón Trinidad, capturado en Quito, los demás gerifaltes, objetivos del Plan Patriota, continúan libres y matando.
Además, no habría que cuidar tanto la selva sino a la población y esa está en ciudades como Bogotá, Cali o Pereira, que son las que llevan el bulto de los homicidios y cuentan con una cifra exigua de policía.
Hay dos aspectos más que resultan inquietantes. El número de efectivos creció en unos ochenta mil y se anuncian nuevas incorporaciones. En la Policía eso significó recortar a la mitad el tiempo de entrenamiento, de un año a seis meses (¿se imaginan que hicieran lo mismo con los médicos?), lo que redujo su capacidad de combate. Por eso los muchachos que pelean en los pueblos remotos se saben débiles e inferiores a sus enemigos, carecen de la moral necesaria y se entregan casi al primer disparo.
Ese crecimiento también supone improvisar mandos. Encontré en una zona caliente como Llorente (Nariño) a un imberbe teniente de 21 años al mando de la estación, un caso que ya no es excepción.
Por otra parte, los soldados campesinos han demostrado su inutilidad, solo hacen bulto, como me dijo un oficial, y la montonera no es solución a un conflicto que requiere más que nada inteligencia para lo cual hay que ganarse a la población, soldados entrenados y capacidad de reacción inmediata.
Y hay que pensar ya que la Policía no puede seguir siendo una fuerza contraguerrillera cuando su misión natural es garantizar el orden ciudadano, que es el que se está perdiendo.
Quizá llegó el momento de detener el crecimiento de hombres para reorganizar las fuerzas, mejorar su capacitación y repensar la estrategia. Lo ilógico es pedir dinero para persistir en el error.
* * * * Hoy puede consumarse otra arbitrariedad. En un pueblo que seguro pocos lectores sitúan en el mapa, Tamalameque (Cesar), los paras pretenden poner de alcalde a un personaje que hace solo unos meses lucía camuflado y operaba como vocero de las Auc en el sur del departamento. Se llama Luis Aguilera.
Le ayuda el omnipresente Tolemaida, renombrado matón, que busca votos para su pupilo desde una finca que robó a su propietario (si mis datos no están mal, lo asesinó para quedársela), y que está situada a dos kilómetros de la paupérrima localidad. Los recolecta, obvio, intimidando y amenazando, que es su especialidad.
Creo ser de las pocas que aún defienden el proceso de paz con las Auc, porque siempre fui realista con lo que se podía conseguir. Pero la verdad es que cada vez le dejan a una con menos argumentos.
PD: Siquiera es falso el rumor de que Ernesto Samper va de embajador a París. Sería el colmo de la desfachatez.