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Que les enseñen a renunciar...

Los técnicos de fútbol tienen sus días contados. No porque exista el riesgo de que se acabe la profesión, sino porque todos cumplen ciclos en sus equipos y deben tener la capacidad para decidir el día de partir por voluntad propia y no por presiones de hinchas, periodistas o crisis de resultados, como pasa la mayoría de las veces.

Alarmante el caso que se vive en el Apertura: van ocho fechas y cinco
entrenadores por fuera. Grave para la profesión semejante inestabilidad.
¿Quiénes son los responsables? En unos casos los directivos, que lavan sus
culpas de mala gestión sacando entrenadores por montones y en otros, los
mismos técnicos que por capricho o necesidad se aferran a sus puestos o
aceptan equipos con la esperanza que de la noche a la mañana sus grupos les
marchen.
Cuando una nómina no le cree a su DT, se puede ir a misa, tener motivadores,
psicólogos, hacer asados y en la cancha todos parecerán hermanitas de la
caridad, no futbolistas.
Al parecer, las escuelas de formación de entrenadores carecen de una
asignatura que, además de sistemas de achiques y agrandes y zonas y hombres,
desarrolle en estos personajes la capacidad de saber dar un paso al costado
en el momento justo. Decisión que nunca será fácil de tomar. Nunca será
sencillo aceptar un fracaso.
¿Cuál es ese momento ideal para dejar un equipo? Un técnico que dirige a un
plantel campeón no se debe quedar en ese banco dos temporadas más luego del
título logrado, por desgaste.
Otros se deben marchar cuando pasadas dos fechas de un torneo no tengan
armada la nómina que solicitaron y en cambio sí les exijan resultados: ‘Si
no hay materia prima, me voy’ debería ser una ley entre los entrenadores.
Ésta profesión apasionante e ingrata sigue dejando víctimas por el camino.
¡Cuidado, usted puede ser la siguiente!
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