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TRÁFICO SALVAJE E ILEGAL

Después de un tortuoso viacrucis por las calles bogotanas, en busca de un comprador que los adopte como mascotas, loros y papagayos llegan a Suba adoloridos, hambrientos, sedientos y ateridos del frío, con las plumas trasquiladas o arrancadas. Los tigrillos, sin colmillos ni uñas. Los micos titís, con la cabeza teñida de blanco. Y los pericos, con la cresta y el pescuezo pintados de colores encendidos por los traficantes de animales para hacerlos parecer más exóticos y vistosos. La gran mayoría cruza enferma la puerta del Centro de Rehabilitación de Animales Silvestres, que pertenece a la Sociedad Mundial para la Protección Animal (WSPA). Tienen lesiones y fracturas producidas en las cacerías que se hacen en varias regiones del país, sobretodo en Los Llanos y Leticia, o en las interminables horas de viaje hasta Bogotá.

A las aves las ocultan apretujadas en cajas de cartón o hacinadas en jaulas estrechas y para que no delaten la ilegalidad de este tráfico, les pegan el pico con cintas adhesivas y les amarran las patas.
Sin higiene ni cuidados, casi todos tienen pulgas, garrapatas, bacterias, hongos y amebas. Los niveles de tensión, fatiga y maltrato deprimen a velocidad de vértigo su sistema de defensa.
Esto hace que se conviertan en un doble riesgo para los compradores porque contagian a hombres y animales domésticos con infecciones producidas por protozoarios que afectan su sistema gastrointestinal, provocándoles diarreas, hemorragias intestinales y úlceras.
En Bogotá es mayor el peligro porque su clima frío e inestable los vuelve susceptibles a insuficiencias cardíacas y enfisemas pulmonares. Poco a poco pierden su capacidad de producir calor y después de una etapa de letargo, mueren de frío.
En medios desconocidos y artificiales se frustran sus instintos de volar, correr, buscar alimento y escapar del peligro... Y perecen por culpa de cazadores o compradores que ignoran sus costumbres, como le sucedió a un búho que murió de hambre porque lo alimentaban con granos, cuando su esencia es ser carnívoro.
Pasado el momento de alegría ante la adquisición de una rara mascota, los abandonan cuando descubren que gritan al amanecer, muerden objetos y personas o sucumben a una variedad de enfermedades. El mono ardilla, por ejemplo, moja sus pies con su orina para demarcar su territorio, y los micos y felinos se vuelven agresivos cuando entran a la edad reproductiva. Punto de salvación
En Bogotá son ofrecidos en venta, sobretodo, en la plaza del Restrepo, San Victorino, 20 de Julio, Plaza de las Nieves, mercado de las pulgas, el Terminal de Transportes o el aeropuerto. Y sólo unos pocos de los atrapados en la red del tráfico ilegal tienen la posibilidad de salvarse, tras los sorpresivos decomisos del Instituto Nacional de los Recursos Naturales Renovables y del Medio Ambiente (Inderena).
En lo que va corrido del año, unos 500 han sido decomisados. Cifra insignificante en relación con la cantidad disponible en el mercado, ofrecidos hasta en catálogos. Pero parte de las limitaciones del Inderena está en que sólo tiene al Centro de la WSPA para alojar a los animales silvestres que decomisa en Bogotá.
Ni siquiera esta institución estaba preparada para recibir a los animales incautados, pero la apremiante necesidad de tener a dónde llevarlos, obligó a abrir sus puertas hace seis meses, sin estar completamente adaptado, ni inaugurado oficialmente.
Esa precipitación en los planes obligó a la Sociedad a desembolsillar cada mes de 2.500 a 3.000 dólares para el mantenimiento de la estación. En solo comida se invierten 150.000 pesos mensuales. Todo sufragado por la WSPA.
Allí, el veterinario de turno y las biólogas Karen Osbahr y Juana Roda los rehabilitan y, si sobreviven, los devuelven a su hábitat natural. Osbahr lucha para que sanen sus heridas y vuelvan a correr; espera a que les crezcan las alas cortadas o arrancadas que impiden su vuelo, a que recobren el instinto de buscar el alimento, perdido con los hábitos de recibir comida en una vasija a una hora exacta del día.
Roda los devuelve a su hogar. Se vale de cuanta ayuda encuentra en el camino para transportarlos, ya sea en viajes aéreos o terrestres. El objetivo es llevarlos hasta cualquiera de las cinco zonas biogeográficas del país, especialmente a reservas y parques naturales nacionales.
En constante circulación entran y salen del Centro, pero, en promedio, permanecen unos treinta. Ahora hay guacamayas, búhos, gavilanes, pericos, azulejos, micos, tigrillos, loras, comadrejas, cusumbos, pumas, tortugas, babillas e iguanas.
Pero hacen falta más proyectos de investigación en repoblamiento para ver si es exitosa la devolución del animal a su lugar de origen. Sin hogar de paso
Sin embargo, tan pronto se inaugure en noviembre el Centro de Rehabilitación de Fauna Silvestre se convertirá en Centro de Rehabilitación de Aves Silvestres, con el propósito de especializarse en un solo campo de atención e ir ampliando su servicio a medida que la experiencia y los recursos lo permitan.
Un centenar de guacamayas y loros originarios de Colombia y decomisados en Bélgica están a la espera de la inauguración para regresar al país y hospedarse por un tiempo en el Centro, mientras están listos para volver a la libertad.
Según Alvaro Posada, director regional de la WSPA para Latinoamérica, van a recibir muy selectivamente otros animales que no necesiten rehabilitación y que puedan ser reubicados o liberados en un tiempo rápido. Un mono que lleva cinco años amarrado no tiene otra alternativa que ir a un zoológico o a una finca porque ya no hay forma de devolverlo a su hábitat natural. Su memoria de animal salvaje se ha atrofiado.
Estamos en una situacion anómala. Antes de estar preparados, los animales comenzaron a llegar. Si continuamos así, estaríamos haciéndoles un daño porque no tenemos los mecanismos adecuados para atenderlos. Y no queremos hacer un cementerio, sino tener todo el conocimiento necesario para salvarlos .
Ante esa decisión, al Inderena no le queda otra opción que desarrollar sus propios mecanismos para proteger a las demás especies. Pero no hay personal ni plata. Según Bernando Ortiz, jefe de la División de Fauna del Inderena, aún no se sabe cómo remplazar el Centro.
Las directivas del Inderena tienen en mente establecer un contrato con la WSPA para que ésta última adecue estaciones intermedias para la rehabilitación y liberación, en diferentes zonas del país.
Sin embargo, el fin del problema está en que la gente tome conciencia de que un animal silvestre no nació para ser doméstico. En ese momento, el tráfico de animales habrá terminado. La estación de la WSPA
La Sociedad Mundial de Protección Animal (WSPA), organismo sin ánimo de lucro que vive de donaciones internacionales, tuvo la idea de crear su Centro de Rehabilitación de Animales Silvestres en 1986.
Cuando concluyan las obras y esté listo para su inauguración, contará con varios servicios. En la zona administrativa tendrá su oficina, centro de documentación, clínica veterinaria, quirófano y laboratorio.
Los servicios generales estarán compuestos por un bioterio (donde se crían los animales para el alimento de las especies silvestres, como son ratas y ratones), despensa, cocina y el cuarto del aseo.
Contará, además, con jaulas para las aves y una zona de cuarentena y recuperación que estará lista en diciembre.
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