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CLAVE 1967 MUERTE DEL CHE

En ese mismo instante, el Che Guevara, herido en la pierna, se balanceaba sobre una camilla escoltado por la columna de boinas verdes que lo capturó camino al vecino pueblo de Higueras. La melancólica derrota de este 9 de Octubre, contrasta con la triunfal entrada a La Habana, que nueve años antes hiciera el Che a la cabeza de la más popular de las columnas guerrilleras de la revolución cubana. Y contrasta, además, con el flamante Ministerio de Industria de Cuba que abandonara, solo veinte meses atrás, para cumplir con su compromiso revolucionario.

Armando Caicedo G.
Con su captura terminaron once meses de cacería y ahora sus 39 años de vida y su sueño revolucionario penden del hilo de una decisión militar.
Lo que sería la última aventura revolucionaria del Che comenzó en marzo de 1965, con su sospechosa desaparición de la escena política cubana.
En noviembre de 1966, un hombre robusto, que aparentaba 45 a 50 años, con pronunciada calvicie, luciendo gruesas gafas de carey y dueño de un pasaporte uruguayo, ingresó a Bolivia como negociante. Permaneció algunos días en el Hotel Copacabana de La Paz y luego se esfumó misteriosamente en un jeep, en dirección al sur-oriente del país. Era el Che , que retornaba a la luz.
A 700 kilómetros en avión de La Paz, a la orilla del Río Nancahuazú, lo esperaba una pareja de comunistas bolivianos en la pequeña finca que serviría de base de operaciones al naciente foco insurreccional en América del Sur.
La decisión por Bolivia no era casual. La pobreza; la inestabilidad política; el adoctrinamiento comunista entre los trabajadores de las minas; El subdesarrollo y la defensa de la nación por un ejército mediocre en dotación y entrenamiento eran factores decisivos en la selección.
Además Bolivia está ubicada en el centro de Suramérica, rodeada de países con serios conflictos políticos y sociales y un creciente fervor revolucionario. En otras palabras todo estaba maduro para la vietnamización del continente, desde Bolivia.
Pero los cubanos no contaban con la nueva realidad boliviana. Desde 1952, los campesinos eran dueños de la tierra que trabajaban. Por primera vez en 300 años ellos tenían algo que perder y no iban a abandonarlo todo, a cambio de una filosofía revolucionaria que no les prometía nada concreto.
Pero no solo se equivocaron de país, también erraron en la selección de la zona para dar comienzo a su lucha guerrillera: las selvas del Nancahuazú.
Allí contradijeron uno de los principios de la guerra de guerrillas de Mao: La guerrilla debe moverse entre el pueblo, como el pez en el agua . El área estaba virtualmente deshabitada. Los pocos moradores eran culturalmente desconfiados. No tenían ninguna madurez política. Y estaban demasiado aislados de centros urbanos donde pudieran contar con un aparato urbano que los abasteciera.
En febrero de 1967, los 24 guerrilleros del Che se lanzaron a reconocer militarmente el área. Cincuenta días más tarde regresaron 22. Dos murieron ahogados al cruzar un río.
De vuelta al campamento encontraron una incómoda visita. Era Regis Debray, un joven francés de 26 años, románticamente enamorado de la revolución cubana y consumado teórico de la lucha insurreccional. Coincidió su visita con las primeras dos deserciones de guerrilleros bolivianos que cayeron en manos de la Policía.
Alertadas las autoridades, una patrulla apareció en la zona con el propósito de investigar. El 23 de marzo hicieron contacto armado. Siete soldados perecieron. La guerra se inició.
Los guerrilleros se movilizaron llevando en sus filas la pesada carga del joven teórico de la revolución. Debray se defendía frente a la Remington produciendo sesudos ensayos sobre la insurrección, pero a la hora de padecer los rigores de la lucha armada aparecía como el más quejumbroso vaselino .
Al mes del primer encuentro armado, la guerrilla decidió aliviarse de la penosa carga del joven escritor y se le instó para que intentara salir por el poblado de Muyupampa. Allí los militares le echaron el guante y lo sometieron a severos interrogatorios.
Debray, no resistió la presión y cantó . El mundo por fin supo en dónde y en qué aventura se había enredado el Che .
Debray, condenado a 30 años de prisión, movilizó a su influyente familia. El General De Gaulle intercedió por él. El Papa solicitó clemencia. En respuesta, el Gobierno boliviano, enfurecido, endureció su posición por la abierta intervención de otros países en sus asuntos internos y apretó la persecución.
El lunes 9 de octubre cayó herido el Che . Ahora yace en la improvisada camilla en la escuelita de la población de Higueras.
Si se realiza un juicio, la conmoción universal hará del Che un héroe, un mito y un mártir. Pesan además en la decisión 57 soldados bolivianos muertos y el escándalo internacional provocado por Debray.
La suerte está echada. El sargento boliviano Terán entra al salón de clase y sin mediar palabra dispara una ráfaga sobre Ernesto Guevara de la Serna, el médico argentino, el asmático, el director del Banco Nacional de Cuba, el mismo guerrillero cuyo nombre en clave es Ramón .
Armando Caicedo G.
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