Tengo en las manos un ejemplar muy bien impreso de la Biblia, impresión hecha en Corea del Sur, traducción directa de los textos originales: hebreo, arameo y griego. Tiene un comentario del secretario general del Celam, nuestro compatriota papábile Alfonso López Trujillo.
El capítulo 17 del Génesis narra: Dios le dijo a Abraham: Tu esposa Sarai ya no se va a llamar así. De ahora en adelante se llamará Sara. La voy a bendecir, y te daré un hijo por medio de ella. Sí, voy a bendecirla. Ella será la madre de muchas naciones, y sus descendientes serán reyes de pueblos.
Abraham se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, y se rió, mientras pensaba: Acaso un hombre de cien años puede ser padre? Y acaso Sara va a tener un hijo a los noventa años? .
Y el capítulo 18 del mismo libro del Pentateuco dice: Al terminar de comer, los visitantes le preguntaron a Abraham: Dónde está tu esposa Sara? Allí en la tienda de campaña respondió él.
Entonces uno de ellos dijo: El año próximo volveré a visitarte, y para entonces tu esposa Sara tendrá un hijo.
Mientras tanto, Sara estaba escuchando toda la conversación a espaldas de Abraham, a la entrada de la tienda. Abraham y Sara ya eran muy ancianos. Y Sara había dejado de tener sus períodos de menstruación. Por eso Sara no pudo aguantar la risa, y pensó: Cómo voy a tener este gusto, ahora que mi esposo y yo estamos tan viejos? .
Hasta aquí la transcripción.
Como ya sabemos, Dios cumplió su palabra, y Sara resultó encinta. Dio a luz a Isaac, que, entre otras cosas, es muy similar a una palabra que significa reírse, de la cual parece derivarse.
De modo, pues, que la risa, la risa sana, no la vulgar, no la obscena, viene de Dios y es legítima.
José María Vargas Vila condenó la risa, como producto de su neurosis atrabiliaria. Pero la risa es una sicoterapia, constituye un eficaz tratamiento sicosomático.