Recuerdan a los clásicos españoles. Velázquez, sus juegos de claro-oscuro y el ocultismo de sus rostros. También hay algo del Greco, por el abuso de las manchas. Lo nuevo es que al armar las secuencias se combinan figuras como el arlequín y el juez de peluca blanca con grandes rascacielos y las avenidas con sus postes del alumbrado.
Parte de esas secuencias están expuestas en la Galería Sextante de Bogotá hasta el 22 de noviembre. Son series de cuadros sin marco, en pequeño formato, que cubren paredes enteras. También hay pruebas que se pueden ver en televisión.
El paso entre una imagen y la siguiente es muy rápido. Todo está entrelazado, pero es posible dividir la trama de la historia en temas. Es un recorrido por las esferas del infierno dantesco. Claro, no por todas: eso tomaría años, porque en esta película animada se ha renunciado al juego de coordenadas por computador.
La razón? Una línea es en la pantalla una colección de puntos que simplemente promedia, unifica posibles trazos de un pintor. Es lo que piensa Santa.
Por eso prefiere la técnica tradicional del rotoscopio, una cámara fotográfica montada en una mesa con cinco movimientos. Milímetro a milímetro, hasta tres imágenes se trabajan al tiempo y con juego de luces. También se utilizan acetatos. Para lograr un segundo del movimiento de un brazo son necesarias 24 fotografías. Así, en media hora de película hay más de 10 mil imágenes.
Esa torre de animación parece un microscopio gigante, y lo es, si se tiene en cuenta que permite explotar todas las posibilidades de movimiento en cada obra de arte.
La realización es ambiciosa. No sólo en movimiento, también auditivamente. Hay narraciones en off, acompañadas de piezas de jazz, música barroca y efectos sonoros. Y como cada nota musical es tono y ritmo pero también tiempo, para cada negra (medio segundo) se hacen necesarias doce fotos. Todo está calculado.
Pintura, fotografía y música trabajando juntas. El resultado? Escenas que parecen sueños, algo confusos y por lo mismo impactantes. El color solo aparece si es absolutamente necesario.
También hay mezclas de tomas reales y cine animado: una cara que gira para mirar al espectador desde la pantalla se transforma en un dibujo y se descompone primero en dos y luego en seis.
Es esta multiplicación de imágenes y mezcla de técnicas la muerte del guión? No, porque nunca lo hubo. Se escribió un storyline, pero no como una camisa de fuerza. El principio fue un poema de Santa.
Para él, la película no es un experimento. Ya había producido otra: El pasajero de la noche, en 1989, con Mauricio García. En Colombia pasó inadvertida, pero fue proyectada en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, en el Festival de La Habana en Cuba y en el de Bristol en Inglaterra.
La diferencia entre ese proyecto financiado por Focine y el de ahora es de apoyo. Optimismo de artista? Algo, pero también ingenio.
Arte Dos Gráfica creó a principios de este mes Anima, una sociedad anónima para respaldar esta y otras formas de expresión que trabajen el tiempo en la plástica. La acción, que reproduce un grabado de Santa, cuesta cien mil pesos.
Ideas hay: fotografiar el proceso de creación de un óleo sobre vidrio, diseñar esculturas en bronce con pinturas en movimiento, crear una sala de cine personal con un viejo caleidoscopio...