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Café con piernas a la bogotana

Durante los últimos cuatro años, Diana se ha disfrazado de colegiala, enfermera, mucama y policía. Cada tarde, cuando termina su jornada de clases de Hotelería, se transforma en alguno de estos personajes para hacer suspirar a los clientes de Aroma y Tanga: uno de los cinco sitios que han ‘importado’ a Bogotá los famosos ‘café con piernas’ de Santiago de Chile.

El lugar –ubicado en la calle 95 con carrera 15– es atendido por 12
atractivas jóvenes de entre 18 y 25 años que a partir de las seis de la
tarde se visten con faldas muy cortas y escotes pronunciados para atender a
los 65 hombres que, en promedio, visitan cada día este ‘café con piernas’.
El grueso de los clientes de este sitio son ejecutivos y empleados de nivel
medio alto que pasan a tomarse un trago y a conversar en el marco de un
sitio lleno de mujeres hermosas y ligeras de ropas, que bailan
provocativamente.
La regla de oro: se mira, pero no se toca. Pues estos sitios no son
burdeles. Son solo ‘cafés con piernas’. Por eso estas singulares meseras
tienen prohibido cualquier contacto físico con los clientes.
Aunque las propuestas indecentes nunca faltan, cuenta Diana. “Propuestas hay
todo el tiempo. Y es algo que se debe manejar con cuidado, porque aunque el
concepto se limita al de un bar en el que atienden niñas muy atractivas, no
faltan las malas interpretaciones sobre el lugar”.
Y añade: “Yo he rechazado muchas propuestas para salir a cambio de dinero.
Para mí este es un trabajo, un buen trabajo, y lo separo muy bien de mi vida
privada”.
Edwin Burgos, propietario de Aroma y Tanga –el primer ‘café con piernas’
creado en Bogotá (en el 2002)–, admite la paternidad chilena. Pero advierte
que el negocio se ha ‘bogotanizado’.
Del mítico ‘Barón Rojo’
“La idea se retomó de los cafés chilenos, especialmente del Barón Rojo, el
más tradicional de Santiago. Allá la cosa consiste básicamente en tomarse un
café en compañía de bellas mujeres. Pero aquí adaptamos un poco la idea
original, ya que aunque también vendemos café, lo fuerte son los licores y
las bebidas energizantes. Incluso ya tenemos nuestra propia marca de bebidas
energizantes”.
El éxito de Aroma y Tanga ha dado paso al surgimiento de otros lugares
similares durante el último año y medio. Es el caso de Pola y Cola, situado
en Galerías, y Piel y Miel, ubicado en la calle 127 con carrera 52. Y los
fines de semana, casi todos atienden hasta las tres de la mañana.
Gustavo Gómez, administrador de Piel y Miel, también pone el acento en las
particularidades de este negocio en Bogotá: “En Chile –dice– el concepto es
diferente, porque los cafés funcionan de día. Aquí nosotros cambiamos esa
idea y lo volvimos algo nocturno, un lugar donde la gente pueda venir con
sus amigos. Además, las niñas hacen un show y ese es el gancho que tiene la
barra para atraer gente”.
Ninguno de estos sitios cobra cover, pero en algunos, como Piel y Miel,
tienen un consumo mínimo de 25.000 pesos (de jueves a sábado). Y el precio
promedio de una cerveza nacional en estos sitios es de 5.000 pesos.
Hasta con franquicia
Catalina Rojas se presenta como propietaria del café con piernas más
“auténtico” de la ciudad. Su local –ubicado en el Parque Central Bavaria– es
el único que abre al mediodía y que tiene un énfasis más fuerte en el
consumo de café. Aunque también vende licor, con tragos como “la malteada
entonada”.
Rojas asegura que es el único lugar que ha comprado la franquicia original,
y el único que la tiene registrada en Colombia. Por eso su local se llama,
solamente, Café con Piernas. Y este afán por hacer una copia lo más fiel
posible de los originales, la llevó al extremo de traer a Bogotá una chilena
experta en este tipo de negocios para que entrenara a sus meseras.
Según explica Rojas, “aunque en Colombia las mujeres se dicen liberadas, a
la mayoría no les resulta fácil ponerse un vestido de baño y atender en un
bar”.
Las jóvenes que atienden en este lugar no usan tanga, pero aún así, su éxito
es enorme. Tanto, que esta franquicia planea abrir dentro de dos meses una
sede en la Zona Rosa, en el norte de Bogotá.
Rojas explica que en este negocio no solo es importante tener un grupo de
mujeres con cuerpos esculturales. Una clave fundamental, asegura, es que
“sean niñas capaces de entrar en contacto con el cliente, de mantener una
conversación amena”. Y varios de los clientes habituales de estos sitios,
así lo confirman. Aunque la razón principal para ir a un sitio de estos siga
siendo el ‘voyerismo’.
estcol@eltiempo.com.co
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