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Llegaron los ‘traquetos’

(EDICIÓN BOGOTÁ) (PÁGINA 1-15) Finalmente le llegó la hora a Bogotá. Lo habían sufrido los paisas y de qué manera. Luego los caleños, y lo siguen sufriendo. Ahora nos tocó el turno a los bogotanos. La nuestra se ha convertido, para decirlo de una manera un poco brusca, en una capital ‘traqueta’.

MIGUEL SILVA
Es fácil reconocerlos. El ‘traqueto’ no se adivina simplemente, porque suele
mostrarse. Todo en el traqueto es ruidoso: el 4x4, el reloj de oro, los
zapatos, la camisa blanca abierta, los collares de oro, la compañera. En él
se da la ingeniería del dinero; en ella, la de la cirugía plástica. Los
restaurantes de moda están llenos de ellos. Pero por el momento su conducta
en Bogotá no es la agresión con la que se caracterizaron en Medellín y Cali,
cuando llegaban a comprar casas en efectivo, quisiera o no venderla su
dueño, y a quitar novias a la fuerza en las discotecas y los restaurantes.
En todo caso, vamos para allá. Su molesta presencia presagia tragedias.
Cuánto de esto es el efecto de la legalización de la gran industria del
narcotráfico y los ‘paras’ en Colombia es difícil saberlo. Es probable que
algo de eso exista en el fenómeno que se toma a Bogotá, pero también habrá
un poco de éxodo de ‘traquetos’ paisas y caleños, por ejemplo, tras el
ataque decidido de la Policía en el Valle, bajo el liderazgo del coronel
Naranjo –ahora general para bien de la Policía Nacional–, o de los oficiales
en Antioquia.
Hace pocos días me tocó uno en un vuelo de Guatemala a Panamá. Venía alegre.
Es imposible suponer nada en estos casos, pero su conversación por el
celular y la actitud en general hacían que la clase ejecutiva del avión de
Copa sintiera en todo momento su presencia, su sospechoso tono de éxito
transitorio.
La presencia del ‘traqueto’ es ruidosa. Lo delata su deseo de ser observado,
la vanidad de su triunfo económico.
Hubo un tiempo en el que ese ruido delataba. Hoy, al menos en Bogotá, delata
poco. Es parte del paisaje. Aunque sea una extraña parte del nuevo paisaje.
Aunque sea, como este invierno que nos ha tocado en diciembre y a comienzos
de enero, tan ajeno a la sobriedad bogotana, la misma que a veces irrita a
algunos otros compatriotas.
Aquí están los ‘traquetos’. Llegaron para quedarse. En muchos edificios
nuevos de Bogotá hay uno, con sus automóviles impecables y su áspera torpeza
social, compensada eficazmente con una Beretta nueve milímetros o con
guardaespaldas agresivos. Algunos pasan inadvertidos, los más inteligentes,
los que aprendieron la lección en Cali o Medellín. Pero los demás sucumben
ante su verdadera naturaleza. El ‘traqueto’ es un veloz triunfador, un rey
de la lucha fácil, del enriquecimiento rápido.
¿Qué puede hacer el ‘traqueto’ para lograr el reconocimiento de una sociedad
que lo rechaza? Poco. Disparar. Amenazar. Acelerar. Pitar. Engatillar.
Pero frente a una sociedad que lo acepta, ¿qué puede hacer el ‘traqueto’
para hacerse reconocer? Fácil. Ir a la capital y tomársela. Como lo están
haciendo aquí y ahora.
MIGUEL SILVA
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