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Llegaron los ‘traquetos’

Llegaron los ‘traquetos’

(EDICIÓN BOGOTÁ) (PÁGINA 1-15) Finalmente le llegó la hora a Bogotá. Lo habían sufrido los paisas y de qué manera. Luego los caleños, y lo siguen sufriendo. Ahora nos tocó el turno a los bogotanos. La nuestra se ha convertido, para decirlo de una manera un poco brusca, en una capital ‘traqueta’.

13 de enero 2006 , 12:00 a. m.

Es fácil reconocerlos. El ‘traqueto’ no se adivina simplemente, porque suele mostrarse. Todo en el traqueto es ruidoso: el 4x4, el reloj de oro, los zapatos, la camisa blanca abierta, los collares de oro, la compañera. En él se da la ingeniería del dinero; en ella, la de la cirugía plástica. Los restaurantes de moda están llenos de ellos. Pero por el momento su conducta en Bogotá no es la agresión con la que se caracterizaron en Medellín y Cali, cuando llegaban a comprar casas en efectivo, quisiera o no venderla su dueño, y a quitar novias a la fuerza en las discotecas y los restaurantes.

En todo caso, vamos para allá. Su molesta presencia presagia tragedias.

Cuánto de esto es el efecto de la legalización de la gran industria del narcotráfico y los ‘paras’ en Colombia es difícil saberlo. Es probable que algo de eso exista en el fenómeno que se toma a Bogotá, pero también habrá un poco de éxodo de ‘traquetos’ paisas y caleños, por ejemplo, tras el ataque decidido de la Policía en el Valle, bajo el liderazgo del coronel Naranjo –ahora general para bien de la Policía Nacional–, o de los oficiales en Antioquia.

Hace pocos días me tocó uno en un vuelo de Guatemala a Panamá. Venía alegre.

Es imposible suponer nada en estos casos, pero su conversación por el celular y la actitud en general hacían que la clase ejecutiva del avión de Copa sintiera en todo momento su presencia, su sospechoso tono de éxito transitorio.

La presencia del ‘traqueto’ es ruidosa. Lo delata su deseo de ser observado, la vanidad de su triunfo económico.

Hubo un tiempo en el que ese ruido delataba. Hoy, al menos en Bogotá, delata poco. Es parte del paisaje. Aunque sea una extraña parte del nuevo paisaje.

Aunque sea, como este invierno que nos ha tocado en diciembre y a comienzos de enero, tan ajeno a la sobriedad bogotana, la misma que a veces irrita a algunos otros compatriotas.

Aquí están los ‘traquetos’. Llegaron para quedarse. En muchos edificios nuevos de Bogotá hay uno, con sus automóviles impecables y su áspera torpeza social, compensada eficazmente con una Beretta nueve milímetros o con guardaespaldas agresivos. Algunos pasan inadvertidos, los más inteligentes, los que aprendieron la lección en Cali o Medellín. Pero los demás sucumben ante su verdadera naturaleza. El ‘traqueto’ es un veloz triunfador, un rey de la lucha fácil, del enriquecimiento rápido.

¿Qué puede hacer el ‘traqueto’ para lograr el reconocimiento de una sociedad que lo rechaza? Poco. Disparar. Amenazar. Acelerar. Pitar. Engatillar.

Pero frente a una sociedad que lo acepta, ¿qué puede hacer el ‘traqueto’ para hacerse reconocer? Fácil. Ir a la capital y tomársela. Como lo están haciendo aquí y ahora.

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