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Espejo democrático de la nación

(EDICIÓN BOGOTÁ) La democracia representativa se apresta a reconstituir sus cuadros a través del mecanismo del sufragio, con el telón de fondo de la ulterior elección presidencial. Por la naturaleza de los comicios más próximos, los temas nacionales y los comunes a las diversas regiones se mezclan con los estrictamente seccionales y locales.

ABDÓN ESPINOSA VALDERRAMA
Cuestiones hay que afectan y estremecen, aunque en distinto grado, a todas
las entidades territoriales. En primer lugar, la peste de la violencia, su
alianza con el narcotráfico y sus terribles expresiones: los ataques
terroristas, los secuestros, los desplazamientos masivos, la violación
persistente de los derechos humanos.
A estas alturas, nada disculpa sus crímenes. Viendo sus destrozos, muertes y
mutilaciones, carece de sentido pretender cohonestarla como forma de lucha
política. La respuesta predominante se ha resumido en el lema de la
seguridad democrática. Calificativo que desde el punto de vista conceptual
la compromete a contemplar las aflicciones económicas y sociales.
En general, no faltan las coincidencias en el señalamiento de la pobreza
absoluta, de la marginación y la acentuada desigualdad como elementos
perturbadores de la armonía social. Las diferencias, no pocas veces
radicales, surgen a propósito de su manejo y, más que todo, de su
corrección. En primer lugar, entre cuantos los excusan a la luz de la
supervivencia de los más aptos y quienes se inclinan a hallarles equitativa
enmienda.
Tal discrepancia lleva a conclusiones y actitudes diametralmente opuestas.
Entre otras, a la del menosprecio del factor trabajo y a la negación de lo
que Amartya Sen ha denominado la expansión de las libertades reales. No es
lo mismo pregonar el pleno empleo de los recursos humanos y materiales que
justificar la parálisis obligada de capacidades y energías laborales o que
cargarles el costo de la solución de las crisis o que responsabilizarlas de
sus propias carencias y desventuras.
El desdén por dicho factor trabajo y su consiguiente deterioro no poco han
contribuido al agravamiento del fenómeno de la miseria. Al infortunio de las
clases medias y a la mayor distancia entre ricos y pobres, circunstancias de
las cuales ha hablado Joseph Stiglitz, mirando a varios países. Sin que en
el nuestro la preparación profesional y técnica haya servido de antídoto a
la adversidad de las condiciones generales, conforme lo demuestran el éxodo
de muchos compatriotas y, en el interior, la inutilización de cuantiosas
aptitudes.
Ciertamente, se ha recuperado el crecimiento económico, entre otras cosas
merced a las propicias situaciones internacionales, pero conviene impulsarlo
establemente por encima del 6 por ciento anual y esforzarse en la mejor
distribución de sus frutos. No es meta quimérica. Se obtuvo en el pasado y
se debe volver a alcanzar.
Será de observar cómo se recogen estas inquietudes y otras de similar
importancia por las corrientes de opinión y por los mismos candidatos a los
órganos representativos. Algo o mucho se reflejará en los eslóganes, en las
promesas, en las posturas, en los símbolos. No basta afiliarse a una carta
de triunfo o a su posible alternativa. A cada lista y a cada nombre les
corresponde ganarse la confianza y el voto de los electores.
En lo nacional, la tendencia parece ser a atemperarse y no a desmandarse en
las posiciones ideológicas. Desde una y otra orilla, se procura granjearse
la simpatía del centro, aun cuando los extremistas no brillen por su
ausencia. Ni a la izquierda, ni a la derecha.
Por supuesto, militan pujantes actores nuevos, además de los tradicionales.
Algunos de aquellos desprendidos del tronco o los troncos históricos que por
lo menos sería temerario suponer extintos. Especialmente el de las mayorías
populares en el pasado, ante el reto de jugarse su suerte en la elección del
Congreso. Por mi parte, no me guiaré (¡manes de Víctor Hugo!) por la
consigna, sino por la conciencia.
abdesp@cable.net.co
ABDÓN ESPINOSA VALDERRAMA
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