Moro regresa a Brujas. Ha concebido una novela que entusiasma a Erasmo: Utopía. Sería como la respuesta al Elogio de la Locura. Si Erasmo, en El Elogio hace el esperpento de esa Europa decadente, estulta, que repetía necedades en una cátedra sin sentido, al otro lado del océano se anunciaba el Nuevo Mundo, la república platónica, sin propiedad privada, del hombre que vive en medio de la verde naturaleza, libre como el viento... Allá, el oro no tiene valor! Moro, para la novela, inventaría el grupo de marinos que realmente había dejado Vespucci en Brasil, que habrían regresado, se encontraban en Amberes y él habría entrevistado.
Erasmo vio en Utopía la segunda parte de su Elogio de la Locura, al revés. La antítesis era América. El Nuevo Mundo que se anunciaba. La anti-Europa provocada por los inconformes que denunciaban los derrumbamientos al final del 1500.
La tertulia de Moro, en coro, estaba por el final del esperpento que Erasmo dibujó a lo Goya. Durero lo trazó en esa Señora Melancolía , con los símbolos del tiempo, inútiles, perdidos en el desván de las cosas muertas. Era el vacío de las horas que pasan como sombras de nada bajo los ojos de la Dama inmóvil, cuando todo no vale nada y el resto vale menos... .
Lo que surge de estos orígenes del libro de Moro, tiene su resonancia ahora. La carta del nacimiento de América está inserta en los dos libros más significativos del despertar de la Edad Moderna, en la literatura universal. El profesor Mello Moser, de la Universidad de Lisboa, señalaba estas líneas esclarecedoras del libro de Moro sobre Vespucci.
Estáis completamente engañados si pensáis que este hombre fuera como un personaje efímero: fue como un Ulises o mejor: un Platón . Y agrega Mello Moser: El anotador de la edición de Yale recuerda que Platón ya era mencionado por Waldseemuller...
Erasmo tomó como suya la novela de Moro. El inglés se demoraba en completar el librito y el de Rotterdam lo urgía para que lo terminara. Pocos tuvieron como él la pasión del Nuevo Mundo. Debemos incluirlo en la lista de nuestros precursores... Y a Moro abonarle el acierto de que se diera cuenta de que lo nuestro comienza por la ilusión, por lo platónico, por la Atlántida... por la novela. Los de Brujas, como los de Florencia o los de Roma estaban viendo que del lodo que había dejado Platón después del maremoto, Vespucci, el nuevo Ulises, sacaba intacta una isla poblada de gentes desnudas y limpias, que se mecían en hamacas y no tenían monedas de oro...
Este no es sino el comienzo en la historia de la carta de Vespucci, historia que no siempre fue tan feliz y afortunada.